El gran país norteamericano está sacudido por una sucesión de “hechos de armas” digna de un gran guionista de series de horror. La policía aprieta el gatillo a la mínima o aprieta el cuello de un detenido hasta ahogarlo, sobre todo si la víctima pertenece a una raza “inferior”, que debe ser apretada hasta que comprendan en donde viven y quien manda. Tengo clavada en la memoria esa reciente imagen de un adolescente de 13 años, Adam García, manos arriba antes de ser ejecutado por un disparo de la policía.

Las “fuerzas del orden” son sólo parte de un sistema que promueve la violencia. EEUU con el 4% de la población mundial, registra el 35% de las muertes por arma de fuego. El mapa a pie de página, reproducido de El País, que lo realizó con datos del Gun Violence Arquive, indica los tiroteos con muertos que hubo allí en el último mes. Una epidemia de plomo que no se erradicará eliminando ese mineral de las tuberías, en lo que si trabajan, como todo los países, para combatir una contaminación que daña la salud.

El Presidente Biden ha propuesto una serie de medidas restrictivas en la posesión y uso de armas. No son grandes reformas. Aun así, le costará pasarlas por el Senado y hay Estados, como Texas y Carolina de Sur, que han respondido inmediatamente con proyectos de legislación para reforzar la venta libre y el derecho a portar armas en lugares públicos.

El terrible panorama que, según algunos, forma parte de la cultura nacional, del “modo de vida americano”, resalta las grandes dificultades que tienen las principales democracias para cambiar, para hacer evolucionar sus instituciones en beneficio de sus ciudadanos. Mi libro emplea este ejemplo, que ahora está en primera página de los periódicos, como muestra de la práctica imposibilidad de transformarse y adaptarse a los tiempos que corren.

Los poderes económicos y mediáticos son capaces de impedir cualquier modificación del marco legal que les perjudique. Utilizan, mediante lobbies bien organizados y dotados de medios, el sistema de contrapoderes de las constituciones democráticas para fosilizarlas en los asuntos que no gustan a esos poderes.

Es un tema central de mi ensayo y EEUU es el país donde mejor se puede apreciar el fenómeno, el caso más escandaloso es el de la venta libre de armas, que les cuesta en torno a 40.000 muertos al año, muchos más que los accidentes de carretera. Una epidemia, que aumenta el número de víctimas cada año, porque se alimenta de las peores tensiones que anidan en la sociedad: supremacismo racial, aumento de las diferencias sociales y la marginalidad, impunidad de los policías “vaqueros”…

La gran dificultad para terminar con ella es que no llega con algunas medidas de mayor control, como las propuestas por el actual Presidente, necesitan eliminar la segunda enmienda de su Constitución en la que se apoya todo el soporte jurídico de la creciente matanza. Es un caso que, de no solucionarse, desprestigia gravemente a los estados de derecho y da alas a los totalitarios que pueden garantizar que “esas cosas aquí no pasan”, salvo que les interese a los que mandan claro, pregúntenle a Navalni.

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2 comentarios

  1. Sin entrar en el tema de fondo, sobre el cual aporté opinión en más de una ocasión anterior, me limito ahora a cuestionar el dato «EEUU, con el 4%de la población mundial, registra el 35% de las muertes por arma de fuego». Y es que conocemos con un razonable nivel de fiabilidad lo que en este sentido acontece en EEUU, pero ¿Merecen similar credibilidad los datos relativos a China, Rusia, India, Corea, Venezuela…, incluso México o Brasil? . Estos y otros países no citados pero igualmente «opacos», o escasamente transparentes, representan en su conjunto un porcentaje altísimo de la población mundial, tanto que la conclusión cuantitativa a la que se llega, aún siendo grave, no parece fiable.
    No cabe duda que avanzar en la limitación de la venta y uso de las armas de fuego no es desdeñable, pero más y mejores resultados se obtendrán por la vía de la educación que vaya influyendo en un cambio de cultura.

    1. Por supuesto, el total mundial siempre es discutible por la falta de información en otros países. Pero, como explico en el libro, si EEUU tuviera el mismo ratio de muertos por arma de fuego que el reino Unido (los dos son de tradición sajona) se ahorraría unos 25.000 muertos al año, cuando en los 4 años en que participó en la segunda guerra mundial tuvo 50.000 bajas anuales. Es mucha gente

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