Tenemos un Estado diverso, como se manifiesta en sus pocos períodos democráticos, que la propia diversidad tiende a poner en peligro. La libertad abre puertas a la voz de los diferentes, es una de sus grandes aportaciones a la justicia humana. Emergen sectores sociales menos influyentes (mujeres, LGTBI, desfavorecidos, inmigrantes) y las diferencias geográficas y culturales. El proceso tensiona una tradición poco apta para matices, radicada en la cultura católica y la jacobina, que prepondera en la Administración y se acopla bien a la otra. Los Estados muy uniformes son, cada vez más, un deseo hipotético, aunque muy amado por los populistas. Por eso crecen estos dentro de una Europa que protege la libertad, borra fronteras y retira competencias nacionales importantes.

Este blog tiene una categoría de “pensamiento periférico”. El adjetivo alude a la necesidad de desarrollar análisis y propuestas que equilibren la visión de España procedente de nuestro pasado más oscuro y enraizada en la poderosa comunidad autónoma central, a la que le cuesta adaptarse a un entorno más fluido y disperso.

El Presidente del Gobierno parece entender esa complejidad, se ha aliado con la izquierda radical y coquetea con el centro. La galería de hombres ilustres de la transición está llena, en el PSOE, de egregios centralistas, pero pacta con ERC o el PNV y tiene una base de votos respetable en Cataluña y Euskadi.  Sánchez parece un buen ingeniero en geometrías variables. Recibe duras críticas por “incoherente”, pero le va bien.

La derecha es más radial-unitaria, más católica, más dada a combatir herejías. Se lo he advertido reiteradamente a Cs: no se puede ser de centro y centralista. No me hacen caso y así les va. Casado procede de la línea Aznar, muy arraigada en el PP de la capital y contaminada por el político que representó la máxima expresión del simplismo, combinando sus raíces castellanas con su profesión de alto funcionario.

La política en España pide capacidad de pacto, adaptabilidad. La experiencia histórica del PSOE le ayuda a entenderlo. Somos una democracia, no se pueden borrar las diferencias o limitar la libertad de expresión para proteger sacrosantas ideas o instituciones. Vox vive y progresa encerrado en la vieja pureza patriótica con raíces franquistas, gobierna cómodo con el PP al que le roba votos y obliga a no volverse excesivamente “flexible”.

Los populares siguen su línea dominante, crecida por la esperanza de ganar con claridad en su feudo principal y de aprovechar la debilidad de Cs para recuperar imagen centrista. La simpatía natural hacia Vox de su electorado más conservador es un freno para caminar hacia el centro. Sus raíces y su “mercado” le dificultan la apuesta por más geometría variable y le castigan en otros partes de España. Pero siempre les queda Galicia, una comunidad histórica con cultura propia, poco dada a planteamientos simples. Donde han evitado que haya partidos nacionalistas de centro y rivales directos por la derecha. Deberían mirar más a ese rasgo de geometría variable que conservan.

Nos va a tener excesivamente ocupados una dura campaña electoral que no debió producirse, en plena crisis sanitaria y económica, y en una comunidad autónoma, que ni siquiera debería existir. Isabel Ayuso, en su línea de chulapa zarzuelera, es popular y se siente más cómoda con Vox que con Cs, aunque se acerque a estos con ánimo de absorber restos del naufragio. Su colega por edad, Pablo Iglesias, especialista en populismo de signo contrario, luchará en primera línea por defender el amenazado espacio de Podemos.

El nacionalismo español confunde Madrid con España, es una de sus características específicas, por eso decía hace unos días que la capital es más difícil de integrar en nuestra democracia que Cataluña. Algunos se encuentran más a gusto en la Puerta del Sol que en Moncloa. Pero no se confíen, la gestión de la pandemia hecha desde allí ha alienado contra la capital, por primera vez, a las demás comunidades autónomas cosa que non habían conseguido ni los del procés. Parece que muchos se están empezando a dar cuenta de la raíz de muchos problemas, un cambio notable que ayudaría a consolidar nuestro sistema de libertades. Esa debe ser la razón, no confesada, que mueve la innecesaria convocatoria electoral: les aterran los movimientos de estructurales. ¡Qué horror, nos espera mes y medio de planicie mental!

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