Como ya he explicado anteriormente, el uso del dinero efectivo está cayendo, aunque no lo haga el volumen de billetes de euros emitidos por el BCE. Hay circunstancias que lo justifican, como que a los alemanes les gustan los billetes y los van dejando más lentamente. Aún así, la tendencia a emplear sistemas de pago modernos tiene tal fuerza que debería notarse en la disminución del efectivo en circulación. Si no ocurre es porque sus principales usuarios viven al margen de la legalidad y no pueden pagar con medios actuales por miedo a ser descubiertos.

El libro que escribí sobre el tema, cuya portada reproduzco al final, explica que los billetes son imprescindibles para desarrollar actividades como evadir impuestos, sostener redes de prostitución o de tráfico ilegal de migrantes, comercializar drogas o armas, dedicarse al robo a mano armada, corromper políticos… En enero, adelanté que la economía española crecería más de lo previsto este año, como después se ha confirmado. La contabilidad nacional va reflejando el afloramiento de sectores de la economía sumergida, que declaran más ingresos al aumentar el cobro con móviles y tarjetas, lo que escapa a los cálculos para las proyecciones económicas, por eso se quedan cortas.

Lo que pasa en España es muestra de que, si no hubiera efectivo, la economía sería más eficaz, generaría más empleo legal, el Estado recaudaría más y gastaría menos. No habría problemas para pagar pensiones, por ejemplo. Nos preocupan mucho la inmigración ilegal, los narcotraficantes, los terroristas, los robos y todo lo intentamos solucionar con más más policía, sin mucho éxito. La tecnología nos ofrece una oportunidad para terminar con muchas de esas preocupaciones, sólo tenemos que ir dejando de emitir billetes. Mi ensayo sobre este asunto también analiza soluciones para problemas potenciales que pudieran darse durante el período de transición.

El mundo de la ilegalidad funciona bien porque el sector público le regala el sistema de pago opaco que necesita. Los Estados sostienen tecnología de tiempos de Gutemberg, para que todos vivamos peor y más amenazados. Es un problema técnico, pero también un desafío ético. Me pregunto: ¿Deben los Estados apoyar a delincuentes y evasores? ¿Tanto mandan los políticos corruptos que cobran en billetitos?

No me gustaría ser gobernador del Banco de España, no dormiría tranquilo pensando que se roba, se mata, se esclaviza y se corrompe con mi colaboración.  No envidio a José Luis Escrivá, el nuevo monseñor del dinero. Para que demuestre no estar a favor de apoyar a los malos, le hago dos sugerencias. La primera es que les explique a los representantes alemanes, con mucho mando en el BCE, que una de las razones por las que su país está creciendo menos que es su adicción al papel moneda, el sistema de pago más caro y menos eficiente. Les conviene reflexionar sobre ello, además de sobre las connotaciones éticas antes referidas. 

La segunda es más nuestra y podría conseguirla si se lo propone. Habría que derogar o cambiar la redacción del art. 1170 de nuestro código civil, cuyo primero párrafo dice: El pago de las deudas de dinero deberá hacerse en la especie pactada, y, no siendo posible entregar la especie, en la moneda de plata u oro que tenga curso legal en España. Esta antigualla de 1889, le sirve al Banco de España para obligar a aceptar siempre el pago en efectivo. Sobra el texto a partir de la primera coma y cambiaría “en la especie pactada” por “por el medio acordado”. Aceptar o no efectivo quedaría al criterio de las empresas, que incluso podrían cobrar un recargo por hacerlo, al tener un tratamiento mucho más caro que el de los sistemas modernos, que se van imponiendo gracias al empuje, sobre todo, de los más jóvenes. Equiparar las condiciones de competencia entre medios de pago es lo primero que hizo Dinamarca en el 2015, cuando inició el proceso para descontaminar su sociedad eliminando el efectivo. Con diversas soluciones, otros países siguen ya ese camino: Suecia, Noruega, Australia y Canadá.  

Sr Escrivá: tiene una oportunidad para descansar con la conciencia más tranquila. No deje que su nuevo cargo le contamine con la retórica y la liturgia de emitir billetes, y los intereses de bolsillo de su banco emisor, asociados a dicha actividad (buenos sueldos, complementos de pensiones…).

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *