En el principal partido de la oposición corren tiempos revueltos. Un líder flojo provoca el adelanto electoral en Castilla y León para reforzar su candidatura a presidente de gobierno y lo que consigue es impulsar a Vox, de cuyo apoyo depende ahora el gobierno de Fernandez Mañueco. En paralelo, Isabel Díaz Ayuso presionaba para convocar un congreso regional y tomar el poder en Madrid. La asesora Miguel Ángel Rodríguez, que en su día lanzó y consolidó la carrera política de José María Aznar y conoce bien los resortes del poder.

La línea de Aznar y Ayuso es muy centralista y alérgica a la diversidad, un espacio que les disputan Vox y Ciudadanos. De hecho, la presidencia madrileña tiende a confundir Madrid con España. Cs ha tenido reiteradas ocasiones de probar en sus carnes lo que aquí les advertimos (entrada del7/5/21): centrismo y centralismo son incompatibles en nuestro país, donde este último elemento siempre es de gusto muy conservador. Antes lo comprobó Rosa Díez, ahora Pablo Casado.

La debilidad del Presidente del PP le llevó a tratar de erosionar la imagen de la lideresa madrileña, aireando una compra de mascarillas realizada por su Comunidad en la que medió su hermano Tomás. El asunto perjudica a Isabel, pero el tiro le salió por la culata. Se levantó un revuelo que sacudió al partido y éste mostró a Casado la puerta de salida. Se encaminan hacia un Congreso extraordinario en el que probablemente se elegirá a Alberto Núñez Feijoo como nuevo Presidente. Algo de pomada gallega para los escozores, aunque el actual Presidente de la Xunta debe usarla con cuidado y evitar reacciones alérgicas a flor de piel. Hasta ahora le han venido pocos apoyos verbales de las vecindades de Génova 13.

Los antiperiféricos Ciudadanos se han apresurado en acusar a Alberto de nacionalista. Quizá porque habla gallego y dialoga con el PNV. Ser presidente de la Xunta tiende a provocar mentalidades más abiertas, debe ser la influencia marina. El propio Fraga, padre fundador del PP y muy conservador, se hizo amigo de Fidel Castro, algunos de sus discípulos actuales le acusarían de acercarse a Podemos.

Todos los votantes de Vox y la mayor parte de los del PP se consideran nacionalistas españoles. Uniformizan una realidad social compleja para acoplarla a unas supuestas bases de la nación, que eligen en función de sus creencias e intereses. Un colectivo, en general, partidario de expulsar inmigrantes ilegales, limitar normas que combaten la violencia machista o facilitan el aborto, imponer la enseñanza de la religión, restringir derechos de colectivos LGTBI, ilegalizar partidos nacionalistas periféricos y recentralizar el Estado. El nacionalismo absorbente es muy apreciado en la capital, cuyo poder y capacidad económica descansan sobre el control del Estado y siempre quiere más.

Esa característica tan nuestra, concentrar mucha influencia en la única gran urbe europea que es una creación política, que no está al borde del mar o de un río navegable, se ha exacerbado desde los excesos independentistas de Cataluña. En el origen del lío está una sentencia del Constitucional, a demanda del PP, que recortó mucho un estatuto de autonomía aprobado por el parlamento español y por un referendo en Cataluña. Siguen empleando el conservador ámbito judicial para librar batallas políticas, una actividad en que también destaca Vox. Casado se negó a negociar la renovación del Consejo del Poder Judicial porque la correlación de fuerzas parlamentarias no les es favorable. Esta será una prueba de fuego para la dosis de pomada gallega que se tolera a cambio de calmar picores.

El nacionalismo no es exclusivo de España, aunque tenga características propias como en todas partes. En todo el mundo hay una vuelta a la nación, con lo que implica de rechazo a la diversidad y a la apertura exterior, a compartir cosas. Es la amenaza más peligrosa para las libertades, por eso ocupa el capítulo más largo del ensayo cuyos análisis soportan el blog.

Avanzamos hacia una Humanidad mucho más grande e interconectada y nos aferramos a soluciones institucionales de tiempos coloniales, ricos en conflictos armados. Los riesgos para las libertades crecen y proceden, casi siempre, del nacionalismo de Estado, sobre todo cuando se da en los más grandes con demandas territoriales y sistemas autocráticos. Lo comentaba en la entrada anterior en relación a Putin, un caso extremo. Aunque sean mucho más domésticas las demandas de poder del nacionalismo español o madrileño, que viene siendo lo mismo, comparte con Vladimir y Donald Trump las raíces emocionales que exhiben y manipulan.

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