Este artículo se apoya en previsiones sobre algo de lo que hay poca experiencia, por lo que el margen de error potencial es significativo y habrá que ir ajustando las medidas descritas en la última entada, conforme avance esta fase. Aun así, describiré probables escenarios del impacto de una brusca reducción del efectivo en los principales sectores afectados. También se propondrán medidas adicionales a las ya adelantadas

Consumidores en general. Casi todos los ciudadanos disponen de algún medio de pago moderno y la escasez de billetes acelerará la tendencia a usarlos, ayudada por la aparición de un sistema de precios que reflejará el coste, al menos en parte, del manejo de efectivo. Empezaremos a operar sin billetes y monedas de forma natural. Para que este efecto no se retarde, es importante contar con buenas y variadas redes de soporte, incluidos sistemas off line, con límites de pago preautorizados, que permitan superar caídas de las comunicaciones

Colectivos poco integrados en la red moderna de pagos. Para ellos se van a mantener las monedas y, al menos en los tres primeros años, los billetes de valor medio. Estudiando el flujo de efectivo y su desglose en soportes, papel o moneda, se irá analizando el comportamiento de los distintos subsegmentos de esta parte de la población menos protegida. Sería conveniente establecer, desde el principio, una renta mínima soportada por una tarjeta en la que se ingresaría la cantidad aportada por el Estado cada mes a los que aún no tengan cuenta en un banco. Los emisores vendrían obligados a ofrecer estas tarjetas sin coste y sin necesidad de que el perceptor de la renta mínima tenga que abrir una cuenta tradicional. Los beneficiarios dispondrían así de un medio de pago actual alimentado por la prestación social, lo que ayudará a que, también ellos, realicen menos pagos en especie.

Economía sumergida por razones fiscales. Una parte importante vendrá forzada a aflorarse ante el porvenir que se le presenta. Como consecuencia, se impulsará la recaudación fiscal desde esta primera fase, lo que ayudará, por ejemplo, a pagar la renta social mínima sin aumentar la deuda pública. Para facilitar el proceso, recomiendo una amnistía fiscal de dos años para legalizar actividades. Quedará la economía informal que no es competitiva en condiciones de trabajo legal. Intentará aguantar lo que pueda, pero, ya en esta fase, su cuota de mercado se estrechará por la menor propensión de los consumidores a usar efectivo. Y aún ellos se verán obligados, por el cambio de hábitos de pago de sus clientes, a aflorar una parte mayor de su facturación, que al menos tributará por IVA. Los menos eficientes empezarán a desaparecer y su espacio será ocupado por operadores legales, que venderán y tributarán más. 

Economía delictiva. Es una ley casi física: menos efectivo supone menos robos, trapicheos, estafas, corrupción… Disminuirá la delincuencia. El Estado necesitará menos fuerzas de seguridad, aparato judicial y cárceles. Lo que se ahorre en estos servicios podrá destinarlo a incrementar personal en otros: sanitarios, profesores, investigadores… Un cambio muy importante para la sociedad civil, que también vivirá más tranquila y ahorrará dinero en seguros y medidas de protección.

Estos escenarios me permitirán, en la próxima entrada, abordar la descripción de los cambios que deberían producirse en como trabajamos y vivimos, al final de esta fase, antes de abordar la segunda y definitiva.

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