Los que defendemos la democracia y los derechos humanos hemos recibido con esperanza el relevo en la presidencia de los EEUU. Un cambio que da prioridad a las negociaciones internacionales para gestionar la situación del planeta, como el Acuerdo de París sobre el calentamiento global, la coordinación con la UE y la OTAN o el pacto con Irán para frenar su aspiración a contar con armamento nuclear.

Estas y otras iniciativas son muestra de que el nuevo Presidente vuelve al multilateralismo, sin renunciar a aplicar sanciones, principalmente comerciales, a países expansionistas que responden a modelos totalitarios. Esto no gusta a la gran nómina de líderes populistas que hay por el mundo adelante, encabezados por los máximos representantes de China y Rusia. El primero de ellos es el más peligroso, porque tiene mayor control sobre el país y una fuerte base económica, de ahí los planes de las potencias democráticas para reducir su dependencia comercial del gigante asiático y dificultarle el acceso a tecnologías de vanguardia, especialmente a las que facilitan la supervisión y manipulación de la información.

El problema es que el difícil panorama económico se está complicando por la subida del precio del petróleo, que puede crear tensiones inflacionistas y dificultar la aplicación de políticas monetarias laxas como las que tienen el BCE y la Fed. Cuatro días antes de que Biden ganara las elecciones el precio de barril del tipo Brent estaba en 36,33, a fin de febrero se situaba en 64,42, una subida del 77,32 % en menos de cuatro meses.

En un marco de crudo caro la economía europea tiende a debilitarse, lo que anima a dictadores como Putin o Maduro, muy petróleo dependientes (entrada del pasado día 14), a soltar bravuconadas ante las amenazas de sanciones por parte de la UE para castigarles y tratar de que admitan una oposición interna relevante. Tampoco beneficia a China, pero ellos juegan a largo plazo – hoy está Biden pero, a lo mejor, vuelve Trump en cuatro años- y pueden manipular a sus ciudadanos para que se aprieten el cinturón, llegado el caso.

A los empresarios petroleros tejanos la cosa también les beneficia. Ellos estaban encantados con Trump y les preocupa la política de la nueva Administración, más ecológica y menos tolerante con el fracking y los grandes oleoductos cruzando espacios protegidos. Más ingresos petrolíferos, más dinero para los republicanos.

El inicio de la escalada del petróleo tiene mucho que ver con la recuperación esperada para este año y con el recorte de la producción realizado por Arabia Saudí, un país bajo el mando de sátrapas sunitas que ven con preocupación que la nueva política norteamericana termine con las sanciones a su enemigo regional, el Irán chiita. Washington acaba de reafirmar la pérdida de influencia de los jeques petroleros, publicando un informe de la CIA, mantenido en secreto por Trump, que indica que el líder del país –Mohamed bin Salman- autorizó el asesinato de Jamal Khashoggi, periodista crítico con la familia real saudí.

A pesar de la manipulación de precios del crudo por oligarcas interesados,  hay que ser optimistas sobre la vuelta de modos de actuación más ligados a la defensa de la libertad, que estaban en claro retroceso en la Presidencia de Trump. La subida del precio de los combustibles derivados del petróleo restará apoyo a esta materia prima y debe acelerar la transición hacia fuentes de energía limpias. Puede venirles bien hasta en Tejas, un estado rico en petróleo que hace unos días vio cómo su red de abastecimiento energético colapsaba por una gran nevada.

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