Los jefes de gobierno de Portugal y España han hecho valer en Bruselas la idea de que la península es una “isla energética”, es decir que lo que pasa en nuestro mercado no contamina al resto del continente, para tener autonomía y poder rebajar el coste de la electricidad, desvinculándolo del precio del gas. En Galicia la alegría es doble, supone de alivio a la presión a que nos tiene sometidos el precio de la factura de la luz y realza la vinculación con un vecino al que se olvida con demasiada frecuencia y al que nosotros nos cuesta considerar extranjero.

El iberismo es una vieja línea de pensamiento de intelectuales gallegos y lusos, y está en la base del galleguismo histórico que más que absorber o disolver, como los nacionalismos clásicos, busca cambiar el centralismo de Madrid y Lisboa por algún tipo de estructura política compartida. Se agradece que de vez en cuanto seamos conscientes de que tenemos mucho en común. La Unión Europea facilita un cierto sucedáneo de utopías confederales, porque el mercado es el gran dinamizador del comportamiento colectivo. Compartirlo implica menos aislamiento y un progresivo desgaste de las competencias de antiguas capitales imperiales.

Sirva como ejemplo de las diferentes visiones subyacentes a la convivencia próxima, los titulares que ayer empleaban los principales periódicos de Galicia y Madrid.

El de aquí destaca lo que logran España y Portugal y en los segundos titulares se menciona a la Península y a Pedro Sánchez. El de la capital resalta el papel de nuestro Presidente y en caracteres más reducidos lo que puede beneficiar a España. Según esto, todo el mérito es del gran aparato nacional. Aún tenemos mucho que avanzar en valorar la diversidad y la cooperación por encima de las fronteras.

Ya que hablamos de energía ibérica en el día que cambia la hora, muchos reclamamos, sobre todo desde Galicia, que España asuma el huso horario que nos corresponde por situación geográfica, el mismo en que están el Reino Unido, Portugal y Canarias. La actual anomalía cuesta mucho en gasto energético, especialmente en los que estamos más al oeste. Resulta lógico que unifiquemos la Península y Canarias bajo la misma hora. Volver a lo que España tuvo siempre, hasta que Franco decidió encuadrarnos en los horarios de la Alemania nazi.

Las muchas cosas que nos vinculan con Portugal llevan a que la prensa gallega dedique cada vez más espacio a lo que allí ocurre. Nuestro idioma permite una buena comunicación con ellos y hemos avanzado mucho en la integración económica lo que ha favorece el desarrollo de Galicia, que, desde la entrada en la UE, ha ido alejándose de los puestos de cola de la Península. El mismo número del sábado de La Voz recogía una entrevista con Avelino Lima, comisario jefe de la Unidad de Drogas de la Policía Judicial portuguesa, una actividad que aún tiene, por desgracia, mucha relevancia al norte y al sur del Miño. El titular de la entrevista destacaba una frase pesimista del comisario “No es posible acabar con el narcotráfico, sólo contenerlo”.

En eso se equivoca, la tecnología de que disponemos permite eliminar los billetes, que son imprescindibles para comprar y, sobre todo, vender droga. Esa medida, que ya está en fase de implantación en países avanzados (Dinamarca, Suecia, Australia), combinada con la legalización controlada de las sustancias menos dañinas, dejaría fuera de juego a las poderosas organizaciones ilegales que viven del narcotráfico. Como explico en el libro cuya portada reproduzco al final, también sobraría la mitad de la policía y quizá por eso no les hace mucha gracia pensarlo.

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