La presencia de una gran industria papelera en una de las Rías Baixas gallegas es un contrasentido que viene de tiempos en los que predominaba la necesidad y había poca sensibilidad social hacia un desarrollo respetuoso con el entorno natural. En su momento, fui de los que me manifesté contra el despropósito de colocar en la Ría de Arousa la fábrica de alúmina, que luego se instaló a San Ciprián. La planta de Ence está en un lugar muy inadecuado por varios motivos importantes:

  • A pesar de las inversiones hechas en mejorar su salubridad, contamina el aire y el mar, en un espacio muy poblado y con gran potencial de marisqueo.
  • Es un atentado paisajístico que limita las posibilidades de una zona con mucho desarrollo turístico, especialmente por el tirón de Sanxenxo.
  • Impide una mayor integración de Pontevedra y Marín, que constituirían un entramado urbano muy dinámico si no tuvieran la fábrica justo en medio de las dos.
  • Por facilidad logística, impulsa hacia el sur el cultivo de eucalipto, donde no debería tener presencia por su demanda de agua y carácter invasivo. Un punto del que se habla menos pero que es necesario destacar después de que el Presidente de la Xunta nos diera ayer directrices juiciosas : “Máis frondosas, máis coníferas, pero menos eucalipto”

Este es un caso representativo de cómo se toman en nuestro país algunas decisiones estratégicas. La concesión que permitió el establecimiento de esta industria en su actual localización, por un plazo de 60 años, fue aprobada por el Gobierno del General Franco en junio del 1958. Tendría que haberse ido hace tres años, pero le llegó una inesperada salvación. En 2016, el ejecutivo en funciones de Mariano Rajoy, sin saber muy bien si podría seguir gobernando, se apresuró a aprobar una prórroga de la aludida concesión por otros 60 años. Fue una medida muy discutible y probablemente tuvo que ver la presión de la Autoridad Portuaria del Puerto de Marín, una instalación que depende mucho del tráfico que genera ENCE, que ya hacía planes para ampliar la planta que tiene en Navia, Asturias, y absorber la producción de la que debería cerrar. En esa decisión a largo plazo, impropia de un gobierno en funciones, podría haber influido que el Presidente de la mencionada autoridad portuaria fuera José Benito Suárez, esposo de Ana Pastor y amigo personal de Mariano Rajoy, con el que pasea por la zona en vacaciones.

El acuerdo del Consejo de Ministros fue recurrido ante los tribunales por el Concello de Pontevedra con la oposición del gobierno central, retirada cuando entró Pedro Sánchez en él. Ahora, un nuevo peligro acecha el futuro de esa papelera: el proyecto de Ley de Cambio Climático. Presentado por el actual Gobierno, establece un tope máximo de 75 años a las concesiones sobre dominio público, incluidas prórrogas. Si la ley se aprueba así, la concesión de ENCE terminaría en el 2033, no en el 2078 como fijó el Gobierno de Rajoy.

Va siendo hora de que desaparezca una industria que representa todos los defectos de la planificación económica hecha en tiempos de escasez y poco respeto a la naturaleza. Es más lógico que la producción de pasta de papel se traslade a Navia, una zona más aislada, próxima a las áreas más adecuadas para el bosque de eucalipto y necesitada de un apoyo industrial que mitigue la despoblación.

Galicia tiene ahora una economía más moderna y abierta a la exportación y lo lógico es que apueste por una industria menos agresiva con su entorno. El Gobierno debe resistirse a las protestas de los trabajadores que ven peligrar puestos de trabajo, aunque, con una perspectiva de más de diez años para el cierre, estoy seguro de que una zona tan dinámica generará mucho más empleo del que perdería por la desaparición de ese dinosaurio industrial.

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2 comentarios

    1. Gracias Santiago, temos tendencia a esquecer as orixes de decisións importantes

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