Es una forma de resumir el gran esfuerzo de vacunación que tenemos delante y en el que también influyen otros factores de producción y logística. El principal cuello de botella del proceso está en las enfermeras que inyectan las dosis. Son menos de las precisas y, después de meses peleando para ayudar a sacar adelante a muchísimos contagiados, están bastante exhaustas, física y mentalmente.

Ya se pueden poner las pilas los responsables de la sanidad pública en España y otros países. Deben organizar la logística con eficacia, prolongar las jornadas de vacunación, incluir los días festivos y, sobre todo, cuidar de las personas que la hacen posible, que tienen que seguir con sus tareas habituales, en paralelo a este esfuerzo excepcional. Hay que recurrir a todo tipo de medidas, como recuperar profesionales jubilados o emplear a estudiantes de los últimos cursos de enfermería, incluso de medicina, retribuyendo los esfuerzos y respetando los períodos individuales de descanso.

Echen imaginación al tema, pero organícense con eficacia y absténganse de los atajos sin base científica, como limitarse a poner una dosis del medicamento cuando tienen que ser dos, no respetar plazos entre ellas o diluir la vacuna para que alcance más. No vayamos a estropear el resultado de un esfuerzo tan importante por ser poco serios.

Si para el verano no está inmunizada parte importante de la población, incluidos todos los grupos de riesgo, seguirá habiendo muchos muertos y el inicio de la recuperación económica quedará para el 22 con consecuencias muy graves. Parece que las existencias de vacunas serán suficientes con las nuevas que se van aprobando y entrando en producción. Se trata de hacerlo bien, para lo que es imprescindible proteger y apoyar a las que trabajan en primera línea.

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