Las elecciones del jueves han supuesto una clara victoria del Partido Conservador de Boris Jonhson y un espaldarazo para que el Reino Desunido salga corriendo de la Unión Europea. Triunfa una línea de defensa de la soberanía nacional que representa una vuelta atrás en tiempos poscoloniales, mal que les pese. Inglaterra se desunirá de Europa y, por dentro, corre un serio riesgo de desunirse de Escocia, donde ha arrasado el Partido Nacional de Escocia (48 de los 59 escaños escoceses), que ya está pidiendo un nuevo referendo de independencia, y de Irlanda del Norte donde, por primera vez, los republicanos han obtenido más diputados que los unionistas. Todas estas tensiones se reflejan en el último capítulo del libro en que se analizan los problemas que la situación actual de la Humanidad le plantea a nuestro modo tradicional de organizarnos, el estado nación. También se proponen líneas de acción para superar esas dificultades. Pero va a costar, porque las estructuras de poder están organizadas en torno a esta institución.

El victorioso Primer Ministro, Alexander Boris de Pfeffel Jonhson, es, por un lado, un producto típico de la clase alta de toda la vida, formado en el colegio más exclusivo (Eton) y en la Universidad de Oxford, un grupo que domina tradicionalmente el Partido Conservador y representa perfectamente el pasado. Por otro, es un populista capaz de sacar a relucir los instintos más recónditos del orgullo nacional inglés. Al parecer no va a permitir que los escoceses vuelvan a votar por la independencia. Tiene una mayoría suficiente en Westminster para impedirlo, otra cosa es que legalmente pueda hacerlo.

El gran derrotado es el líder laborista, Jeremy Corbyn, a causa de de las tensiones que genera la apertura comercial o globalización en la clase trabajadora, que sufre en sus carnes una creciente desigualdad. Sorprendentemente, esto les hace preferir a un rico elitista que a un rojo, un ejemplar también de otros tiempos, que se ha mostrado ambiguo en un tema tan importante como es la salida de la UE. Su instinto de líder obrero tradicional le llevó inicialmente a apoyar el brexit, cuando el referendo del 2016, porque aspiraba a ganar unas elecciones y disponer de un Estado que le permitiera desarrollar políticas de nacionalización de empresas y de desarrollo de esquemas sociales sin interferencias exteriores. Luego empezó a matizar ese punto por presión de las bases laboristas y dio sensación de debilidad. Lo normal es que se vaya para casa, después de la importante derrota sufrida.

Al menos la situación ha quedado clara, al margen de las consecuencias que la política conservadora pueda tener en Escocia e Irlanda del Norte. Los mercados financieros lo celebran, pero vamos a seguir bastante tiempo hablando del Reino Desunido.

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