Uno de los temas que el libro aborda con más detenimiento es el de la desigualdad y las medidas para reducirla. Para ello resulta clave combatir los paraísos fiscales y la excesiva competencia entre Estados para reducir impuestos a los poderosos. Algunos pequeños países viven de eso, ya va siendo hora de obligarles a que lo dejen. El Parlamento Europeo aprobó, la semana pasada, una resolución en esta línea. Los países miembros no deben tolerar práctica inadecuadas, como el reciente escándalo del impuesto de sociedades que pagaba (más bien no pagaba) Appel en Irlanda. 

En los tiempos en que entramos, los Estados no van a poder cubrir la creciente demanda de servicios asistenciales. Tienen que ponerse muy serios para conseguir recursos y poder compensar a la población más débil. Por eso aplaudimos el acuerdo del Parlamento de la UE.

Además, habría que recordarles a nuestros legisladores continentales, que deberían obligar al BCE a fijar un programa para ir eliminado los billetes (un camino que ya ha iniciado Dinamarca en 2015), lo que, además de aumentar radicalmente la recaudación fiscal, llevaría a un enorme ahorro en gastos de policías, jueces y cárceles.

No es tolerable, en el plano económico pero tampoco en el plano ético, que nuestros organismos públicos, pagados con los impuestos que aportan  los ciudadanos, sigan emitiendo billetes alegremente. Son un instrumento imprescindible para el lado más oscuro de la sociedad (delincuentes económicos, traficantes de personas, drogas y armas; terroristas, funcionarios y políticos corruptos…), cuando ya disponemos de sistemas alternativos, que les harían la vida imposible.

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