El gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, ha emitido el jueves una corrección a su orden de confinamiento por la epidemia de coronavirus para permitir que determinados espectáculos deportivos siguieran operando, al considerarse actividades esenciales en ese Estado. Una gran noticia para deportes que son monopolio de una sola compañía.

Es el caso de la World Wresting Entertaiment (WWE), la que gestiona todo el espectáculo de la lucha libre, que seguirá en ello. Las peleas se celebrarán sin espectadores y el ring y las cuerdas serán desinfectados entre cada combate. Creo que los contendientes van a luchar sin máscara (sanitaria, algunos usan otras). Una pena, sería un bonito ejercicio de hipocresía. Lo del público importa poco, porque la WWE gana mucho dinero por la retransmisión en TV e Internet. Con la mayor parte de los espectáculos deportivos parados y la gente sentada en sus casas, parece que tienen sobrecomprado el número máximo de anuncios permitidos.

Pero siempre hay algo más detrás de las decisiones políticas. Se lo decía Garganta Profunda a los periodistas del Washington Post que investigaban el Watergate: sigan la pista del dinero. El presidente ejecutivo de WWE, Vince McMahon, es uno de los mayores donantes de la Fundación Trump y su esposa, Linda, dirige una Super PAC (political action comitee) para la reelección de Trump. Los PAC, son organizaciones que han ido proliferando en EEUU desde que la política se mueve básicamente por dinero. Trump es viejo amigo de McMahon al que apoyó en sus inicios. Aunque pocos lo sepan aquí, el Presidente es un forofo de la lucha libre. Es una de las razones por las que le he bautizado como el gallo payaso.

Después de ayudar al gayo feudal de Arabia Saudí a doblegar al taimado gayo ruso (entrada 11/04) y obligarle a recortar la producción de petróleo, como le pedían sus donantes tejanos, el gayo payaso vuelve a otros deportes de lucha en Florida, donde posee urbanizaciones y campos de golf. Piensa básicamente en ingresos económicos, algo que aprendió muy pronto como niño rico, gordo y mal criado.

El libro que sirve de base a estos artículos se detiene en el análisis del comportamiento del poder y, concretamente, en cómo opera en los mayores Estados nación, que condicionan mucho al resto. Me preocupan los líderes autoritarios, como Putin o Xi Jinping, basados en su gigantesco control del aparato estatal. En EEUU, lo que asusta es la capacidad del dinero de marcar la política, porque esa práctica enraizada seguirá después de Trump. Pasa en todas partes pero en el país más poderoso se ha enraizado demasiado.

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