Estos días se celebra en Pekín el Congreso Nacional del Pueblo, una pantomima de parlamento que, una vez al año, se reúne para decir amén a lo que propone la “vanguardia dirigente”, que diría Lenin. A los autócratas les encanta revestirse de apariencia democrática, les da un aura de respetabilidad. Los que pasamos la juventud en un régimen de ese tipo, con sus Cortes elegidas por simulacros electorales para refrendar lo que la nomenklatura decidía, no nos creemos nada ni le damos valor a lo que hacen.  

No hace falta haber vivido aquellos tiempos oscuros para poder mofarse del montaje que, cada año, organiza el Partido Comunista Chino, esta vez con tres meses de retraso por la epidemia de COVID-19. Se juntan unos 3000 delegados en un falso remedo de parlamento, donde tienen asiento casi todos los 400 chinos que poseen más de 1.000 millones de dólares.

Debemos ser conscientes de que ese régimen comunista ha creado la mayor dictadura de la historia de la humanidad. No hay que olvidarlo cada vez que hablemos de China. Como siempre pasa y en el libro analizo, el dinero es el interés básico de los dirigentes que mandan y se juntan esta semana para hablar de negocios, sobornos y vacaciones de lujo y, ya de paso, aplaudir todo lo que se les propone aprobar. Resulta que este país socialista tiene un nivel de desigualdad económica superior, por ejemplo, a la India, medido en coeficiente Gini, que es el más utilizado para comparar los países en este punto.

En Hong Kong, una vez levantado el confinamiento del coronavirus, los demócratas siguen luchando para mantener las libertades heredadas del Reino Unido. Cada día les cuesta más, porque el régimen chino lleva tiempo presionando (entrada de hace dos semanas) para que el parlamento de la excolonia pase unas leyes que limiten fuertemente la libertad de expresión y manifestación, que consideran gérmenes de actividades sediciosas. Pero, como suele pasar con los que disfrutan de libertades democráticas, mucha gente se revuelve y no consiguen que se aprueben esas leyes.

Ante esta situación, pudiera ocurrir que el Congreso de Pekín intervenga, a instancias del gobierno de Xi Jinping, alegando que está en peligro la integridad territorial de la patria. Sería mediante una dura advertencia para meter presión adicional a Hong Kong o, aún peor, acordando directamente someter esta zona libre a la ley nacional. No creo que se atrevan a esto último, porque encontrarán resistencia y peligrará la floreciente economía del enclave democrático, en momentos difíciles.

Los que hayan seguido algo este blog saben lo que pienso del Presidente norteamericano, de la oligarquía que lo apoya y de lo que convendría hacer con las grandes empresas de internet; también que apoyo la libertad de comercio como mecanismo que ayuda al desarrollo de los más pobres. Aun así, respaldo las medidas de Trump para limitar las actividades de Huawei. Las empresas chinas no son independientes del Estado, cuando a este le interesa dominar los aspectos que afectan a la seguridad y a la capacidad de controlar a otros. Por eso considero que deben ser sometidas a limitaciones específicas, mientras su país siga siendo un peligro para las libertades democráticas, dentro y fuera de sus fronteras.   

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *