En estas páginas hemos hablado de que la desigualdad emite CO2, de que los Estados muy grandes emiten demasiado CO2, incluido el mental, el de los negacionistas que desvían la atención necesaria para tratar un reto de supervivencia.

Si queremos frenar las emisiones de CO2 será necesario prever excepciones para colectivos de pocos ingresos a los que hemos hecho dependientes de los combustibles fósiles. Y si queremos que esos colectivos se adapten a un mundo de cero emisiones de CO2 de origen humano, habrá que facilitar fondos importantes que les permita hacer una transición que no agrave sus problemas.

Esto no puede conseguirse a nivel de cada país, será preciso transferencias de recursos de los Estados con más nivel de renta a los que tienen menos. Es un problema de todos, del planeta.  Esto pone en cuestión el modelo de organización institucional difundido por todas partes, el estado nación, que tiene una perspectiva excesivamente egoísta de problemas y soluciones. Será necesario que aprendan a colaborar a fondo, un camino que la UE lleva recorriendo desde hace más de 60 años, por eso intenta liderar las soluciones al desafío que tenemos delante. Si los más grandes Estados no son capaces de hacerlo, afrontaremos graves dificultades.

Estas dos medidas son imprescindibles para poder llegar al punto de destino: cambiar a fondo hábitos de consumo fuertemente arraigados. Son asuntos muy relevantes que se tratan en el libro que me sirve de referencia.

Enviemos un un mensaje claro para que se enteren de que los ciudadanos vamos en serio: apaguemos nuestras decoraciones navideñas mañana, el ecoblackfriday, el día que se clausura el COP25. Ese día, el 13/12, como medida de presión adicional, los consumidores evitaríamos adquirir productos en los establecimientos comerciales que no apaguen su iluminación decorativa.

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