El ensayo que dio origen al blog se centra en los problemas de la acumulación de poder y el marco organizativo que nos damos. Por eso me interesa lo que afecta a los kurdos, un pueblo disperso en varios Estados vecinos, en una de las zonas más conflictivas del mundo, imposibilitados de tener su propio Kurdistán, uno de los mayores defectos a que dio lugar el proceso de descolonización del pasado siglo. El día 11, el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), de ideología marxista, ofició un acto en una región montañosa de Irak para anunciar que dejaba su lucha armada contra Turquía, después de 40 años, con unos 1.000 muertos de media anual. La ceremonia incluyó la quema de armas de fuego.
Es muy buena noticia que alguien deje de pegar tiros y más en una parte del planeta afín a esa actividad. El acto se celebró en Irak, un país con democracia federal aún en fase de consolidación, 20 años después de que Sadam Hussein fuera derribado por una fuerza de invasión de países occidentales. Siguen existiendo tensiones – sobre todo entre sunitas y chiitas-, pero el sistema iraquí permitió que los kurdos se hicieran con el control de una amplia zona del norte del país donde son mayoritarios y cuentan con importantes reservas de petróleo que les facilitan la autonomía.
El PKK actuaba únicamente en Turquía. Otro estado democrático, que casi ha dejado de serlo por la deriva autoritaria del presidente Erdogan, en el poder desde el 2002. Esa situación podría servir de argumento para continuar la lucha armada. Pero se olfatea cambio, aún celebran elecciones y la popularidad del presidente está en baja. Recientemente ha encarcelado a su principal rival, que empieza a superarle en intención de voto, Kemal Kilicdaroglu, alcalde de Estambul. Los kurdos prevén la posible caída de Erdogán y no quieren darle motivos de represión como reacción contra el terrorismo. Hay que aplaudir cuando algún grupo abandona la lucha armada. Es una medida inteligente, si Turquía vuelve a una situación más democrática, los partidos kurdos podrán desarrollar una autonomía como la que tienen al otro lado de la frontera iraquí.
Al sur de todo esto está Siria, donde la caída del déspota Al Asad, favoreció que los kurdos pudieran dejar la lucha armada contra él y se sientan más dueños de su región allí, fronteriza con Irak y Turquía. Aun así, la situación de Siria preocupa, les cuesta avanzar hacia la democracia. El presidente actual, Ahmed al Sharaa, es el líder de la principal guerrilla que propició el cambio de régimen y parece querer imponer una nueva dictadura. Ha empezado a marginar grupos étnicos o religiosos con los que no sintoniza, como los drusos de regiones fronterizas con Israel. Ha servido de disculpa a los judíos para bombardear Siria y reforzar su presencia en los Altos del Golán.
Los kurdos también habitan la región noroccidental de Irán, donde no pueden moverse mucho con los ayatolas al mando en Teherán. Es relevante la situación de este pueblo, dividido entre cuatro estados, cada uno con sus líos, que sirve para reseñar que la democracia es el único sistema que tolera la diversidad y el autogobierno de regiones diferenciadas. Pasa cómo con las mujeres, más democracia más libertad. Lo vemos en España con Vox, partido neofascista de estética macho alfa, que combate derechos de las mujeres, como el aborto, los colectivos LGTBI y los inmigrantes. Simultáneamente se enfrenta a todas las iniciativas para conseguir una España más federal, más adaptada a una variedad enriquecedora.
Oriente Medio necesita más libertades, más respeto por los diferentes y menos tiros. Los autócratas nacionalistas y religiosos lo ponen difícil y encuentran comprensión en las diversas ramas neofascistas en alza en otras zonas. El paso dado por el PKK debería facilitar que se aplique un poco más de “pomada kurda” (entrada del pasado 20 de abril), para curar ardores de soluciones simples que se difunden voceando y disparando.
La crueldad de los fascistas la sufren especialmente en aquella parte del mundo los palestinos de Gaza y Cisjordania, que no tienen la situación de los kurdos, habitantes de espacios próximos donde moverse según las circunstancias. Los palestinos tampoco disponen de un Estado propio que ayudaría a fijar y ordenar su presencia en la región y tienen delante un único y poderoso agresor: el gobierno judío, el más racista de la humanidad, dispuesto a quedarse con sus territorios sin reparar en medios y contando con el apoyo del país más poderoso del mundo. Su crueldad genocida tiene al menos el efecto de que más países relevantes van reconociendo ese Estado que los palestinos demandan.
