Los meses de limitaciones a la relación social y el aburrimiento de estar encerrados en un piso ponen en valor las casas unifamiliares con algún espacio exterior, aunque es posible que la tendencia se revierta con la vuelta a la normalidad. Si la pauta de dejar las ciudades se extiende, ayudada por el teletrabajo, se puede agravar el proceso de calentamiento global porque, en el plano energético, las ciudades son más eficaces, por el transporte público y el más fácil acondicionamiento térmico de edificaciones colectivas.

Hace un par de semanas, la sección meteorológica del principal medio escrito de Galicia nos ilustraba sobre la progresiva pérdida de empuje de la Corriente del Golfo, el gran regulador del clima templado europeo. Sin ella, en España tendríamos una temperatura invernal más próxima a la de la costa atlántica canadiense.

La disminución de la velocidad de la Corriente del Golfo se debe a la caída de la salinidad del océano por el derretimiento de glaciares árticos. Los científicos llevan decenios midiendo el fenómeno y constatando la desaceleración. Se trata de un proceso que ya se ha dado en otros períodos históricos y que en Europa ha provocado glaciaciones de diversa intensidad. Ahora, el ciclo meteorológico está siendo acelerado por la emisión de gases invernadero a consecuencia de la actividad humana.

La noticia no es nueva para quien esté pendiente del calentamiento de la atmósfera. Algo por lo que tengo curiosidad desde hace 60 años. Entonces, mis padres estaban suscritos al Selecciones del Readers Digest, un precursor en papel de lo que luego fue Google. La revista mensual recogía resúmenes de artículos de interés publicados en EEUU y tenía mucha aceptación en una España demasiado cerrada. Con la curiosidad del inicio de la adolescencia, leí en ella el resumen de un trabajo aparecido en una revista científica, precisamente sobre la previsible pérdida de velocidad de la Corriente del Golfo, consecuencia del aumento de la temperatura del aire que iría derritiendo el hielo ártico y haciendo disminuir la salinidad del océano.

Siempre me han llamado la atención los pronósticos bien fundados -una especialidad tremendamente difícil, sobre todo para los economistas- y aún recuerdo aquella temprana lectura. Se decía en ella que en las primeras décadas del S XXI podría iniciarse un periodo glaciar en Europa. Por eso me sorprende verlo recogido en un medio como noticia actual.

Por encima de esas consideraciones personales de cierta perspectiva, hay que insistir en que debemos estar muy atentos al uso de la energía y a intentar producirla sin emisión de CO2. La población dispersa incrementa la demanda, junto a otros tinglados muy actuales como los grandes centros de computación. Seamos consecuentes con lo que pensamos.    

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