La poca cultura vuelve desvergonzado al Sr Abascal, que el pasado día 30 pidió en el Parlamento “el fin del apartheid lingüístico en Galicia”. ¡Menudo apartheid!, resulta que ese idioma al que menosprecia sirve para comunicarnos con 300 millones de personas que hablan portugués. Sólo hay que superar algunas diferencias fonéticas y giros específicos, y cuidar el uso de “falsos amigos”, palabras que han adquirido un significado diferente en la variante de la legua que hablan otros. Precauciones que también debemos tomar cuando hablamos en español con mejicanos o argentinos. Son cosas habituales en la comunicación oral como la que fluye en el espacio del gallegoportugués.

Para ampliar su pobre visión de España, Don Santiago podría haberse pasado por el Festival de Teatro de Almagro. Este año tiene a Portugal como país invitado y el pasado fin de semana representó “A contenda dos labradores de Candelas, o entremés famoso sobre a pesca do Río Miño”, coproducción de la Compañía de Teatro de Braga y del Centro Dramático Galego, sobre la obra, de finales del XVII, de Gabriel Feixoó de Arauxo, un gallego al que los portugueses consideran parte de su herencia literaria.

La potente vertiente internacional del idioma de Galicia no se promueve desde la política y la Administración, prisioneras del castellano y bloqueadas aquí en debates sobre ortografía. Una pena, porque esa capacidad supone el mayor activo desaprovechado de la sociedad gallega. Comprendo que ponga nerviosos a organizaciones que tienen una visión uniformista de España, por eso hablan de darle fin, como a todo lo que perturba su mirada. Pero, ya que gastamos muchos recursos en educar a los jóvenes en ese “apartheid” lingüístico, habría que apostar por abrirlo: enseñar portugués como prolongación del gallego.

Nuestra cultura de natural escepticismo y la proximidad con Portugal nos dan una visión diferente. Una manera menos agresiva de enfocar la diversidad y los desafíos de la globalización, que sería útil al conjunto del Estado si se apoyara más en ella. Especialmente ahora cuando tenemos demasiados enfrentamientos. Además, España sería más influyente si se decidiera a consolidar el bilingüismo internacional de Galicia. Los más simplistas, con raíces en lo peor de nuestra herencia política, no entienden lo que pasa aquí, por eso Vox es irrelevante en esta esquina atlántica.

El caso de la Oficina del Español de la Sra. Díaz Ayuso, que conocimos el mismo día, es, más que un apartheid, un apartamento para acomodar a una figura relevante sin cargo. Otro ejemplo de la desvergüenza de los políticos para vivir de empleos públicos, asunto que mi libro aborda y al que propone soluciones. Lo curioso es que haya elegido el español para darle contenido. Debe tratarse de la típica reacción competitiva a la que la Presidenta de Madrid es adicta. Su provincia no tiene lengua propia como las nacionalidades históricas, pero puede ayudar a la difusión de la lengua común y tratar de hacer negocio con su enseñanza. Salamanca ya ha protestado contra lo que parece un nuevo intento del nacionalismo madrileño para seguir absorbiendo lo que se hace en otros lugares, su sistema de vida y desarrollo.

Al español no le llega con su dominio en los medios y la enseñanza, su proyección internacional, el enorme apoyo del Estado (Academia de la Lengua, Instituto Cervantes, premios literarios, TVE, Teatro Nacional…). Precisa el refuerzo de la Comunidad de Madrid. No hay que preocuparse, el español va bien, se trata sólo de un nuevo chiringuito irrelevante, que sería más útil con otros fines, por ejemplo, promover la cría de tortugas en el Manzanares, aunque tuviera un nombre menos rimbombante.

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