Menudo papelón le tocó a Felipe VI el domingo en Bogotá. Representaba a España en la toma de posesión del nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro. A este, al final del acto y de forma no prevista, le dio por sacar a pasear la espada de Bolívar. Un símbolo patrio de valor emocional más allá de las fronteras colombianas. Pudo haber influido en la decisión el deseo de Petro de normalizar las relaciones de Colombia con Venezuela, autodenominada República Bolivariana.

Ignoro si el Ministerio Español de Exteriores, cuyo titular también estaba en el acto, tenía noticia previa de lo que iba a suceder más allá del protocolo previsto. Si la tenía, supongo que lo negarán. Ante la presencia del espadón bolivariano los demás Jefes de Estado que estaban en la tribuna se pusieron de pie. Puede que fuera algo espontáneo, alguien lo inicia y los demás lo siguen. Si nuestro fuera un político profesional, probablemente habría hecho lo mismo, nunca lo sabremos. Si se hubiera levantado nadie hablaría después de lo ocurrido.

Felipe está poco acostumbrado a trabajar sin protocolo. Se aprende el papel que le toca e intenta dar buena imagen de España y de la institución que encarna. Su vida ha estado presidida por reglas estrictas de comportamiento, por hacer lo que le dicen.  rodean mujeres de fuerte personalidad, su madre le vigila y dirige desde niño preocupada de que no siga los derroteros del padre, más allá de presidir regatas de veleros, y tampoco corra la suerte de Constantino, el hermano de Sofía al que el pueblo griego retiró del trono. Su mujer es también una persona influyente, una profesional que se mueve bien ante la prensa y le aconseja. A la primera le encanta dar su nombre a grandes museos y premios literarios internacionales, la segunda prefiere pasear por el mundo poniendo en marcha o supervisando programas de ayuda a necesitados. Todo en línea con lo que cabe esperar de ellos.

El nuevo Presidente colombiano guarda una dosis significativa de originalidad, dará que hablar. Ahora ha provocado sin querer que nuestro Rey, enfrentado a un acto fuera de protocolo, se haya dejado llevar por sus reflejos. Quizá haya prevalecido el sentido de herencia territorial de la monarquía, se le nota cuando habla de Cataluña. Se queda sentado. No le debe gustar recordar que Simón Bolívar fue uno de los grandes dirigentes americanos en sus luchas para liberarse de la tutela española y crear repúblicas allí donde antes había rey. No debería hacerle ascos al papel político de militares como Bolívar, en aquella tribuna había presidentes designados por ellos. En su caso, el trabajo que tiene responde también a una decisión del General Franco, como ya he comentado en la entrada del 7 de julio.

Aunque se ha echado tierra encima rápidamente y el asunto parece olvidado, lo sucedido afecta a la imagen de España, en tiempos en que líderes populistas de Hispanoamérica se empeñan en denigrar el legado del descubrimiento y la colonización, de forma elemental y bastante injusta. Estamos en tiempos de ideas simples, hay que contar con ello y procurar no crear ocasiones para que nos desgasten.

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