La entrada anterior trataba de los sucios billetes que acumulan los traficantes de droga. Ahora es el momento del dinero perfumado de los paraísos fiscales, mucho más elitista y manejado por sofisticados bufetes de abogados y asesores especializados en dar un aura de legalidad y respetabilidad a los evasores de impuestos. Como vemos hay de todo: políticos, empresarios, artistas, deportistas o chorizos de a pie. Una lacra que condena a las sociedades a ser cada vez más desiguales, la base de muchas tensiones e injusticias que sufrimos.

Los nombres de las personas cazadas en esta actividad, ahora o hace unos años (algunas ya han regularizado la situación), por el trabajo de más de 600 reporteros adscritos al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, son muy relevantes y acaparan titulares. En esa investigación aparecen algunos presuntos testaferros como las amantes de jefes de estado de Rusia y España. No me voy a detener en algo que está siendo muy difundido, pero no quiero dejar pasar este llamativo impacto en la conciencia fiscal colectiva sin referirme a un par de reflexiones generales que se analizan en mi ensayo. 

Los que pagamos impuestos, que siempre nos parecen excesivos, llevamos mal toda esta parafernalia de personajes de alcurnia que hacen del mundo un lugar más injusto. Ahora tengo la grata impresión de que se están erosionando las columnas de sus paraísos. La primera corrosión viene de la actitud de los Estados, muy necesitados de equilibrar sus cuentas, que han decidido este año que ninguna empresa tribute menos del 15% de sus beneficios y que lo haga en cada país donde los obtienen. Tardará algo en implantarse pero la decisión marca un camino que no creo que se tuerza ya que están muy colgados por los gastos extraordinarios a consecuencia de la pandemia.

Los papeles de Pandora también se han elaborado en un entorno menos oscuro, después de que Suiza haya eliminado el secreto bancario y el Reino Unido obligue a la pléyade de paraísos fiscales de su órbita a llevar registros públicos de las compañías domiciliadas en ellos y de sus socios. Son decisiones de los últimos años que indican que el cambio de actitud es de fondo.

Para los que pensamos que deben terminar los refugios de baja o nula fiscalidad para ricos y grandes empresas las tendencias apuntadas van en la buena dirección. Aunque pienso que se puede actuar de forma más incisiva, los Estados más importantes deberían aplastar sin piedad todas las pequeñas cuevas de defraudadores. Sólo tienen que prohibir que las empresas allí domiciliadas y sus filiales y matrices operen en sus mercados, hasta que entren en un régimen aceptable de trasparencia y tributación. No es difícil como tampoco lo es la supresión programada del papel moneda, que segaría la hierba bajo los pies de mucha delincuencia, como veíamos en la entrada anterior. Los grandes delincuentes también son clientes de los paraísos fiscales en la fase final del blanqueo de billetes, aunque, como son menos conocidos, no los resalten los medios.

La segunda reflexión es para destacar la importancia de la libertad de expresión y, dentro de ella, del periodismo de investigación. Muchos de los que lo ejercen para denunciar crímenes, corrupciones y organizaciones mafiosas, se juegan la vida; la que perdió David Beriain el 26 de abril, no le olvidamos. Debemos estarles muy agradecidos, la luz es la forma de combatir la oscuridad en la que se alojan demasiados aprovechados que hacen la vida más injusta y difícil a los demás. Por eso insisto en que la de expresión es la más sacrosanta de las libertades, la que más ayuda a defender las demás y a destapar lo que los poderosos quieren mantener oculto. Confío en que los papeles de Pandora empujen a nuestros gobiernos a actuar con más decisión y a que los ciudadanos se lo exijan.

Únete a la conversación

2 comentarios

  1. Comparto y aplaudo en lo sustancial, sin entrar en innecesarios señalamientos, lo que se argumenta en esta entrada. Esa es, efectivamente, la cuestión. No la defensa de subida de impuestos asi, en un demagógico abstracto, por más que se diga «a los ricos», dejando en el aire quienes son los destinatarios de tal «oprobio».
    Me referí recientemente a la conocida diferencia entre los conceptos de presión vs. esfuerzo fiscal e, insistiendo en ello, vuelvo a incidir en que el abusivo recurso a subir impuestos a quienes ya soportan su pesada e inevitable carga, no es de recibo, cuando la tendencia debería ser la contraria si, junto a otras medidas conducentes a la contención de los gastos corrientes (que «corren» imparablemente) y otros de distinta naturaleza, manifiestamente prescindibles, se fuese resueltamente por el camino hoy propuesto en el blog. Es cierto que en un mundo globalizado hay ciertos objetivos no fáciles de lograr sin actuaciones «corales», de las cuales parecen observarse algunos «brotes verdes». Esperemos que ahora estos no sean tan decepcionantes como otros que están en el recuerdo de muchos y que la noticia, por fin, sea:
    Redución general de impuestos a los exhaustos paganos de siempre. Es de justicia y, además, tendrá efectos vivificantes en la economía en general y, por tanto, en beneficio de todos.

    1. De acuerdo. Eliminar los paraísos fiscales es uno de los grandes retos para conseguir una tributación más justa y mejor aceptada. La situación actual, como se dice en el libro, está apretando especialmente a la clase media, restándole peso, con lo cual se fomenta el aumento de confrontaciones políticas, como lo que estamos viendo.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *