La primera fase es el mensaje inequívoco de lo que se quiere lograr. Los malos lo escucharán y, desde el principio, se empezarán a recoger los frutos de la nueva situación. Por primera vez en nuestra larga Historia los europeos decidimos abandonar las formas oscuras del dinero. Ahora la tecnología lo permite. Muchos de los que habitan la oscuridad optarán por irse adaptando a la legalidad, otros se irán a “trabajar” a otra parte.

A las mujeres les vendrá muy bien, por ser las principales agentes del trabajo sumergido, mucho de él relacionado con el empleo en el hogar y el cuidado de niños, enfermos y ancianos. También están sobrerrepresentadas en las pymes del comercio, hostelería o talleres, especialmente de confección, que operan en el universo B. Inicialmente tendrán miedo a perder sus trabajos o sus pensiones (hay algo de picaresca en ese campo). La nueva dinámica exigirá cambios que, a la postre, les beneficiarán mucho, al incluirlas en un espacio legal y profesional para atender una demanda que no dejará de existir. Por no hablar de la lacra de la prostitución, que, aunque se prohíba, subsistirá mientras exista efectivo. Aun así, una parte irá adoptando forma legal y al menos las empresas o los autónomos del sector tendrán al personal dado de alta, sometido a inspecciones laborales y de sanidad y pagando seguridad social.

La economía mejorará mucho. Primero, porque se irá eliminando el carísimo tratamiento del efectivo y, sobre lo que quede, podrán repercutirse parte de los costes. Segundo, porque tenderán a desaparecer los competidores ilegales y las condiciones de competencia injustas. En mi libro (pg. 90) hago referencia a ello, al tratar los problemas de la ingeniería fiscal que practican grandes corporaciones. Tendemos a fijarnos sólo en la recaudación que se pierde, pero nos olvidamos de que los que pagan pocos impuestos disfrutan de una ventaja competitiva injustificada, que promueve la extensión de malas prácticas. El sistema productivo, más competitivo y eficiente, pegará un salto respecto a la situación anterior y a la de países que aún promuevan el papel moneda.

A las ventajas de mayor recaudación fiscal y menores gastos del Estado en seguridad, por la práctica desaparición de todas las formas de economía ilegal, se añade un aumento general de su eficiencia, al eliminarse la mayor parte de la corrupción que existe en todos los países, aunque en unos más que en otros. El sector público será más eficiente para cumplir sus funciones y las cargas impositivas podrán repartirse con más justicia, lo que ayudará a que se soporten mejor.

La etapa final para la desaparición del papel moneda se perfilará conforme avance la primera fase y se compruebe el nivel alcanzado en las mejoras que se buscan. En función de esa experiencia, la eliminación de los billetes de 20 y 50 euros se podría alargar dos o tres años más y habría que decidir si se mantienen o no las monedas.

En la última entrega de la serie, identificaré a los que se van a oponer a un plan que permitiría tener una Europa más competitiva y solidaria, en la que, el norte perdería el miedo a compartir deuda pública con el sur. Porque los países meridionales demostrarían, al aprobar la supresión de efectivo, que están dispuestos a ser más serios y eliminar la mayor parte de su economía informal y delictiva, con su variada fauna de mafias y grupos organizados.

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