Presenciamos el despegue de un rico político subido a la mayor acumulación de poder de la historia, dispuesto a rediseñar el orden internacional desde ideas fascistas, acompañado de amigos que poseen también grandes fortunas. El mayor estado nación quiere dominar el mundo y ampliar territorio en zonas estratégicas, lo mismo hacen Rusia o Israel. Como ellos, también India y China se esfuerzan en combatir a los diferentes por raza, orientación sexual o religión.

Pocos días antes del revuelo en los medios por la llegada de Trump a la presidencia de los EEUU, el ex presidente uruguayo Pepe Mújica informó de que se moriría pronto porque el cáncer que padece se había extendido. Pide que lo dejen en paz: “Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo y el guerrero tiene derecho a su descanso”. Combativo político de larga trayectoria, pasó por la cárcel en varias ocasiones (incluso se fugó dos veces), la última entre 1972 y1985 durante la dictadura que gobernaba el país. Vive en una granja (chacra) con su mujer, dedicándose a leer, hablar con la gente y cultivar flores y productos de huerta. No se movió de la chacra cuando fue presidente de Uruguay (2009-2014) ni cambió su viejo “escarabajo” Volkswagen, mientras donaba el 90% del sueldo mensual a organizaciones que benefician a los pobres. Es muy crítico con la obsesión capitalista de acumular dinero. Explica así su filosofía de la vida «ser libres consiste en poder dedicar la mayor parte del tiempo a lo que nos gusta».

Dos extremos de la política y de la forma de entender la propia existencia, que sirven para reflexionar sobre la importancia de la dimensión de los Estados. Los más grandes fomentan un poder excesivo que tiende a orientarse a la defensa de los valores étnicos y culturales, para forzar cohesión que permita gobiernos autoritarios, y a invadir territorios vecinos, como antes comentaba. El último capítulo de mi ensayo lo describe, me interesa la forma en que nos organizamos y cómo eso influye en el comportamiento político y en la capacidad de nuestra especie para habitar el planeta de forma justa y sostenible.

El pequeño Uruguay, un Estado “tapón” cuya creación fue respaldada en su día por el Imperio Británico para evitar tensiones entre Brasil y Argentina, es ahora ejemplo de democracia en un continente que tiene problemas para consolidarla. Tiende a fomentar el funcionamiento de Mercosur, con idea de avanzar, poco a  poco, hacia una mayor colaboración e integración entre estados vecinos, para crear condiciones que les permitan convivir de forma pacífica y mejorar la eficacia económica. Su referencia sería la Unión Europea, con la que Mercosur ha firmado en diciembre un acuerdo de asociación, que aún tiene un complicado período de ratificación por delante, para poner las bases de un mercado conjunto -700 millones de personas- con aranceles más reducidos y trámites aduaneros más sencillos.

La creación y desarrollo de lo que hoy es la UE, ahora en situación delicada (guerra de Ucrania, llegada de Trump, ascenso de populismos, debilidad económica en Alemania y Francia), es un ejemplo de cómo superar las tensiones entre estados vecinos y organizar mejor la convivencia en una región antes muy conflictiva. Un modelo potencialmente atractivo para estados medios y pequeños de otras partes del planeta, por eso no gusta a los grandes que sólo buscan repartirse el mundo entre ellos. Seguiré insistiendo en la necesidad de consolidar la Unión Europea como forma idónea de combatir la creciente tendencia a caminar hacia atrás, de evitar que unos pocos Estados, muy poderosos y con demasiada afición a usar las armas, nos lleven a una situación extremadamente peligrosa para la propia supervivencia de todos.

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