El mendigo de esa foto, que tomé antes de ayer, recoge comida del suelo en competencia con palomas y gaviotas. Una de éstas intenta llevarse una bolsa de plástico con algunas viandas del pobre hombre. Los pájaros están sanos, él no. Al fondo reposan veleros y yates. La escena testifica las dificultades de muchos seres humanos y las diferencias entre unos y otros.

Miles de africanos mueren en el Mediterráneo tratando de alcanzar Europa. Como los centroamericanos que atraviesan México en su intento de llegar a los EEUU, a pesar de que las barreras son cada vez más altas. También aumentan las desigualdades en las sociedades más avanzadas y los Estados están presionados para atender a los más desfavorecidos pero no lo tienen fácil. El Presidente Biden intenta hacer un esfuerzo presupuestario en esa línea, bloqueado por un sólo senador de su partido, línea conservadora, que votó en contra. El próximo año lo tendrá peor, unas elecciones legislativas parciales pueden acabar con la corta minoría que no ha podido emplear para mejorar la salud y las oportunidades de los más pobres.

La exigencia social de aumentar la recaudación de impuestos se enfrenta a un sistema que beneficia a los poderosos. Esos que rechazan medidas sanitarias o educativas para los desfavorecidos, que dicen que el calentamiento global no se debe al petróleo y que intentan prohibir el aborto, por razones religiosas relacionadas con la defensa de la vida, mientras muchos de ellos  defienden la venta libre de armas o se oponen a las medidas anti covid, incluida la vacunación.

Es una tendencia generalizada con diversos matices según el país. Como consecuencia,  el fisco aprieta más a los que tiene a tiro. Con ello, debilita la clase media y fomenta la radicalización, los populismos de todo tipo y las vueltas atrás en libertades y derechos humanos. La burguesía es la base de la democracia y su decadencia, empujada por el afán recaudatorio de los aparatos estatales, está en la raíz de mucho de lo que vemos. El proceso, mayor diferencia entre ricos y pobres y debilitamiento de las capas sociales intermedias, lleva al declive y al enfrentamiento entre grupos y países. Se explica en mi ensayo desde la primera versión (2017) y, por desgracia, el tiempo lo confirma.

La pandemia ahoga y los Estados deben ingresar más para pagar las medidas tomadas para combatirla. La necesidad aprieta y van siendo más conscientes de que deben aumentar los impuestos a los que más tienen, como demuestra el acuerdo tomado por 136 países de la OCDE y ratificado por el G 20 de cobrar un impuesto de sociedades mínimo del 15%. Para mí, la mejor noticia económica del año que hoy termina.

Pero hay otras medidas que ayudarían de forma importante. La supresión de los billetes es ya posible, mejoraría mucho la recaudación fiscal y ahorraría costes, tanto al sector público como al privado. Después de fotografiar la escena que ilustra esta entrada, me acerqué a aquel pobre hombre para darle unas monedas. Se limitó a decirme grazie, era italiano. Algunos defienden el efectivo porque, según ellos, permite vivir libremente a gente como él. Si se aplican las medidas que describo en el libro cuya portada reproduzco, esa persona desprotegida dispondría de un mínimo vital y estaría atendida.

Hay esperanza, pero debemos cambiar, avanzar, adaptarnos al mundo del S XXI para aprovechar sus ventajas. Las soluciones del pasado no sirven, aunque a algunos les proporcionen una falsa seguridad, el Brexit es un buen ejemplo.

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