Hace menos de dos semanas, publiqué una entrada “Tenemos dos PPs” (27/01) criticando la incoherencia de que un mismo partido, muy nacional, sostuviera simultáneamente, dependiendo del sitio donde gobierna, estrategias diferentes e incompatibles para enfrentarse a la pandemia de coronavirus, el mayor desafío del país. Me quedé corto.

Tienen otra variable clasificatoria: la antigüedad. Hay un PP anterior, que, según las declaraciones de su antiguo tesorero, llevaba una contabilidad paralela para donativos en B, obtenidos de empresas beneficiarias de encargos, concesiones y recalificaciones. Al parecer, eso permitía usar dinero negro para pagar sobresueldos o realizar reformas en su sede. Ahora hay otro PP distinto, incontaminado, nuevo. Nacido de la nada, aunque sigue en la misma sede y bajo la influencia del expresidente Aznar, el máximo responsable de la organización cuando, según Luis Bárcenas, se implantaron las aludidas prácticas.

Tienen que explicar muchas cosas, también el batacazo previsto en las elecciones de Cataluña. Allí lo ven como “el partido nacionalista madrileño”. Los que apuestan por la línea radical unitaria, dentro del perenne Madrid-Barça de la política española, se inclinan más por variantes simples, Ciudadanos y Vox, menos quemadas por viejos problemas y aparentemente menos dispersas. La uniformidad tiende a exigir simpleza.

Además de los diversos procesos judiciales donde pesan las declaraciones de Bárcenas, el PP está contaminado por la política de la Comunidad de Madrid. Su Presidenta se ha convertido en la patrona de la hostelería, poniendo en segundo plano la salud. Acaba de relajar las restricciones que afectan al sector, que ya eran las más laxas de España, a pesar de ocupar puestos de cabeza entre las CCAA con más muertos en porcentaje de la población. Es la protectora de desayunos en horas de trabajo, prolongados cafés de media mañana, comidas de negocios, animadas sobremesas y charlas de tarde…, elementos que debe considerar irremplazables en la cultura productiva de su territorio.

Al menos ha conseguido que muchos europeos, especialmente franceses, viajen a Madrid, a la que consideran la meca de la permisividad en bares y terrazas. Hay riesgo de que nos traigan nuevas cepas del covid, que se irán dispersando después por el resto de España, gracias a la gran red radial de comunicaciones. Llevamos un año sufriendo y no aprendemos, se entiende el enfado que tiene el Presidente de Castilla La Mancha con sus vecinos marchosos.

El PP está dando una imagen de otros tiempos, aunque dicen que ahora son otra cosa. Deberían mirar más hacia el lugar de la periferia norte donde aún mantienen presencia significativa. Los que gobiernan la esquina atlántica parecen más sensatos. Si no hacen una limpieza completa de la línea Aznar, con sus excesos de rancio nacionalismo y permisividad contable, se irán convirtiendo en un partido poco relevante.

No es un problema de adaptación, es que tienen que elegir una línea consistente, no un enjambre direccional según el lugar donde gobiernan, el año de ascenso de los que mandan o la última ocurrencia de Santa Birra. Quizá podrían armonizar parte del lío, que tiene raíces en la propia diversidad del país, adoptando un esquema próximo a la federación de partidos, como el PSOE . Pero, aunque muestran una práctica casi confederal , asumirlo parece incompatible con la visión de España que predomina en su dirección y medios de información afines.

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