Estos días se celebra en Santiago la XVIII Asamblea Nacional del Bloque Nacionalista Galego, principal órgano de decisión del grupo político que lidera la oposición en Galicia y que se reúne cada tres años. La Unión do Pobo Galego lleva el mando en el conglomerado de organizaciones, políticas, sindicales y culturales que forman el BNG. Es la matriz de una criatura que coge fuerza y empieza a tener ideas propias, lo que pone nervioso a un partido que se considera guía del grupo.
Las circunstancias de una sociedad más abierta a medios y redes sociales, unidas al creciente número de votantes del BNG, complican el control. La portavoz nacional, Ana Pontón, es la líder de una estrategia que, durante los últimos ocho años, sacó al partido de una situación débil a otra en que, por primera vez, aspira a presidir la Xunta de Galicia. Trasmite imagen actual y ha suavizado las posturas más radicales para ampliar la base electoral del BNG, a costa del PSOE fundamentalmente.
La dialéctica entre crecimiento y control es complicada de gestionar, lo saben muchas empresas que quieren aumentar su dimensión, manteniendo sus características y cumpliendo las normas establecidas para trabajar de forma eficaz, fiable y sostenible en el tiempo. Ampliar mercado demanda invertir, crecer en estructura y enfrentarse a nuevos territorios y/o segmentos de clientes que exigen evolucionar y, muchas veces, obligan a cambiar ideas que se consideraban básicas. Cuando me enfrento a situaciones de ese tipo, suelo citar a Darwin: “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”.
El BNG podría robar “mercado” incluso en el amplio segmento menos conservador de la derecha, algo asustado de las derivas centralistas de su partido de toda la vida, ahora presionado por la ultraderecha, que en Galicia tiene escasa presencia, quizá por esa evolución de los populares. Pero a la UPG le asustan instintivamente las dinámicas de apertura, acompañadas de un mayor protagonismo de Ana Pontón a la que acusan de “presidencialismo”. Creo que deberían reflexionar, salir del agujero, pensar en Galicia y morir de éxito, diluyéndose dentro de un BNG convertido en un partido tradicional. Pasarían a la historia como el origen de una alternativa política nacionalista que podría ser mayoritaria.
Existe un espacio galleguista sin adecuada representación. Si no se la dan ellos, otros seguirán intentándolo y algún día podrían asomar la cabeza, romper el actual monopolio del Bloque en el nacionalismo gallego y reducir su influencia. Si continúa igual, si sigue prisionero de hombres con viejas ideas revolucionarias, le será difícil crecer y, si lo hace, aumentarán las tensiones. A no ser que su organización evolucione en paralelo a la diversidad de apoyos. Teóricamente es asamblearia, pero, en realidad, sigue muy influida por directrices de los que se consideran su vanguardia.