No alterará sus planes, este finde la Asociación Nacional del Rifle (NRA son sus siglas en inglés) celebra su convención anual en Houston (Tejas) a pesar de que en la misma semana y en el mismo Estado un muchacho desequilibrado, armado con dos rifles liquidó a 21 personas en una escuela en Uvalde, de los cuales 19 eran niños. La mayoría de los muertos eran de género femenino y de origen mejicano, como el autor de la masacre.

Al parecer, en 1999, después de un tiroteo en una escuela de Columbine (Colorado) que produjo 15 muertos (13 estudiantes) la NRA llegó a considerar la posibilidad de no celebrar su convención. Esta vez ni se lo plantean y el show ha comenzado con la presentación de las últimas versiones de los rifles militares de asalto como el empleado en Uvalde.

Oficiarán quizá algún protocolario recuerdo a las víctimas, pero enseguida la reunión se centrará en celebrar lo bien que va la NRA, con unos ingresos anuales de más de 400 millones de dólares. La producción de armas en los EEUU se ha triplicado desde el año 2000 y su cuota de las exportaciones mundiales ha pasado del 31% en el 2017 al 39% el año pasado. El negocio va viento en popa. La NRA es la cabeza visible de un lobby cada vez más fuerte, pero, durante estos últimos años, ha estado involucrada en diversos escándalos financieros que la llevaron al borde de la bancarrota a pesar de todo el dinero que recibe.

La NRA, presidida en su día por Charlton Heston y de la que fue miembro destacado John Wayne, agrupa a muchos machos alfa de la línea más derechista del país. Han convertido los cañones de revólveres, pistolas, rifles de repetición y artilugios similares en símbolos fálicos del poder de los blancos supremacistas, con los que introducir balas, terror e ideas fascistas en la sociedad. Las armas causan más de 30.000 muertos cada año en el país, entre ellos hay muchos más niños y adolescentes que policías.

La situación va a peor. El partido republicano bloqueó en el Senado, después de la matanza, un proyecto de ley de prevención del terrorismo interno que los demócratas querían usar como un primer paso para reformar el control de armas. Una pretensión imposible con la actual composición de las cámaras. Siete de los diez tiroteos más letales de la historia de los EEUU han ocurrido en los últimos 10 años, 4 de ellos en Tejas. Este Estado ha generado en las últimas décadas un fuerte crecimiento económico que refuerza el trabajo de una mayoría muy radical. Los altos precios del petróleo, a consecuencia de la guerra de Ucrania, reforzarán esa tendencia. Donald Trump y otros destacados miembros de la derecha dura intervienen en la convención de Houston, allí se encuentran en su casa.

La actual mayoría conservadora del Tribunal Supremo les va a ayudar también a prohibir el aborto, como pretenden. La sentencia sobre el tema se espera para finales del mes próximo. Como anticipo de ella, esta semana hemos conocido otra decisión de este tribunal que prohíbe recurrir las sentencias de condena de muerte, aportando nuevas pruebas. Una práctica que había salvado de la ejecución a muchos condenados. La mayoría de ellos son miembros de minorías raciales, como los muertos por armas de fuego. Sus vidas tienen menos valor para los machotes armados. Gente muy piadosa y defensora del derecho a la vida, que no parece preocuparse por provocar matanzas.

Las dolorosas situaciones que no dejan de producirse por el uso de armas letales en los EEUU me llevan a volver sobre un tema en que ya se centraba la entrada de hace ocho días. Es un grave problema y, al mismo tiempo, un síntoma de las crecientes dificultades de los Estados actuales para cambiar a mejor, como se analiza en el ensayo que sirve de base a este blog.  

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