En los EEUU los republicanos más conservadores dominan su partido y deben pensar que ser demócrata es votar al Partido Demócrata, a la competencia. Quizá por eso se sienten menos liberales y más patriotas, se consideran propietarios de la nación y quieren que todo siga igual. Es lógico, representan a los que más tienen e influyen. El asalto al Congreso, hace un año, mostró su determinación a que nada cambie, a que sigan mandando los que Dios y la nación eligieron para dar bienestar al pueblo, que no sabe bien cómo cuidar de sí mismo. Por eso piensan que no es posible que Donald Trump haya perdido unas elecciones, tiene que haber habido un fraude, y toman todo tipo de medidas legislativas en las cámaras de Estados que dominan para dificultar el voto de las minorías que aspiran a dar poder político a personas, para ellos, peligrosas.

No soportan que todos los votos valgan lo mismo. Se preguntan cómo puede ser que la papeleta que ellos meten en la urna tenga la misma importancia que la de los negros o los hispanos, gente con menos educación y conocimientos. Muchos de ellos son analfabetos y, en general, no son “buenos americanos”, como alguno de los de la foto, tomada en Nueva York, que ilustra este artículo. Por eso protegen constitucionalmente el derecho a ir armado. Los protagonistas de la gloriosa Historia de la nación deben poder defenderla de los intrusos que traen la globalización y los excesos de libertad.

La toma del Congreso por una masa armada de descerebrados, azuzados por un Presidente derrotado, es un síntoma preocupante. La influencia de la gente que los empuja es aún muy relevante y han conseguido frenar la parte más progresista de la agenda del Presidente Biden, la que debería beneficiar en temas de salud y educación a los menos favorecidos. Una política que, además de justa, es necesaria para que exista más igualdad de oportunidades y el país aproveche mejor su principal recurso: la iniciativa y la capacidad de todos sus ciudadanos.

Lo que ocurre en la democracia más antigua y poderosa representa un desprestigio para esa forma de gobierno. Por eso los servicios secretos de un autócrata como Vladimir Putin manipularon las redes sociales y favorecieron a Donald Trump en las elecciones que lo llevaron a la Casa Blanca. Un fraude urdido por una potencia extranjera en beneficio de los que se llaman “patriotas”, cuya patria es pagar pocos impuestos y poder disparar a los que consideren un peligro. Personas retrógradas que ven un complot eco rojo en la idea del calentamiento global, con lo bien que va Tejas gracias al petróleo y a los republicanos.

Aún queda la esperanza de que la Justicia les dé un escarmiento a autores e inductores de la toma del Congreso, porque son parte de una enfermedad muy peligrosa para las libertades democráticas, logradas siempre contra la voluntad de los conservadores de turno. Nada está regalado, necesitamos adaptar los estados de derecho a la realidad de un mundo muy poblado y diverso donde debería haber más igualdad, donde se necesitan instituciones internacionales para superar algunas debilidades colectivas. Los que intentan conducir mirando el retrovisor atropellan a muchos y acabarán estrellándonos a todos. Es una especie en alza, también en Europa y en España.

Mi ensayo intenta explicar los procesos de abuso de poder que dirigen una tendencia suicida cada vez más dominante y propone algunas medidas para frenarla. El tiempo refuerza las preocupaciones que me llevaron a escribirlo. Estos días la prensa se llena de reflexiones sobre los hechos que comento hoy, confiemos a que nos ayuden a reflexionar. Como ejemplo, reproduzco la portada de The Economist del día 1 de enero.

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