Ciudadanos se fundó en Barcelona en 2006, a partir de una plataforma creada el año anterior, como rechazo de una serie de personas influyentes a los excesos del nacionalismo catalán. En coherencia con la tradición católica que nos influye, las medias tintas son difíciles y pronto derivó a un centralismo radical. Un proceso similar originó Unión Progreso y Democracia, fundado en san Sebastián en 2007, en el marco de violencia que marcaron los últimos años de ETA. UPyD consiguió un escaño por Madrid en las generales del 2008 y cinco en las siguientes (2011), cuatro por Madrid y uno por Valencia. Su anti nacionalismo, desde un nacionalismo español, se radicalizó, no volvió a obtener diputados y se disolvió en 2020.

Ciudadanos, con una imagen más moderada, sustituyó a UPyD con más fuerza. En 2016 logró 32 escaños en el Congreso, en 2019 pasó a ser tercera fuerza nacional con 57 diputados y muy buenos resultados en las europeas (8) y en las autonómicas de Madrid (26) y Valencia (18), comunidades donde hay un fuerte apego al centralismo anti catalán. Pero sus votantes se acabaron dando cuenta que Cs era derecha dura y se solapaba con otros. En las siguientes elecciones generales obtuvo cero diputados, como en las de Cataluña del pasado abril. No hicieron caso de lo que aquí advertí, en una entrada del 10/11/19, cuando estaban en la cima y su radicalismo empezaba a desgastarles. Reproduzco el principio de aquella entrada:

Deberían haberle explicado a Albert Rivera que, en España, no se puede ser de centro y centralista.

Ser de centro y liberal exige ser capaz de hablar con cualquier otro. Cuando una idea de patria, tan compleja como la española, se pone por encima de cualquier consideración, uno termina escorándose al ala conservadora y ese es un espacio en que hay otros que a unidad le ganan, porque están dispuestos a todo y transmiten más consistencia a esa población, mayoritariamente poco culta, que tiene miedo de la globalización, de los extranjeros, de los diferentes, en definitiva, de los cambios de la posmodernidad.

Los lectores del blog saben que me gusta hacer pronósticos en base a analizar corrientes de fondo en los comportamientos colectivos. Me vanagloriaba de ello el pasado día 11, cuando se confirmaba la mejora de las expectativas de crecimiento de nuestra economía, que aquí se había adelantado un par de meses antes. No es que crezcamos más, como presume el Gobierno, sólo lo parece. La gente va dejando de usar billetes, y, en consecuencia, afloran actividades y empleos de la economía sumergida y también se recauda más.

Lo de Ciudadanos era de esperar, se ha quedado sin futuro como ocurrió con UPyD. Arrastradas ambas por una versión visceral de la España uniforme, presentada para frenar excesos vividos en sus zonas de origen. Mucha parte del centro progresista lo está ocupando el PSOE, capaz de negociar con una variedad de fuerzas. Su escuela principal es Cataluña, donde ha ganado las últimas elecciones, aunque eso le acarre tensiones con sus dirigentes del centro-sur, como el presidente de Extremadura.

La más exitosa operación del PSOE durante la Transición fue absorber el Partido Socialista de Cataluña, que le hacía sombra en aquella comunidad y lideraba una unión de partidos socialistas a nivel Estado que amenazaba al partido histórico. Para lograrlo, tuvo que profundizar en su estructura federal y garantizar una amplia autonomía a su rama catalana, constituido como partido federado (Partit des Socialistes de Catalunya). Mucha bilis tuvieron que tragar entonces Felipe González y Alfonso Guerra, dirigentes sevillanos de línea instintivamente unitaria. Pero, gracias a ello, aprendieron a adaptarse a la España democrática y son la única fuerza catalana que obtiene en Cataluña respaldo moderado, tanto en la línea catalanista como en la unitaria.

Los votos de UPyD y Ciudadanos son ya del PP y Vox. La idea tradicional de la España uniforme, viene de tiempos de dictaduras y monarquías absolutas e intentar volver al pasado, una tendencia que tensiona a toda Europa, no convence en muchos sitios a la mayoría de los votantes de centro. Por eso al Partido Popular, presionado a su derecha por el populismo fascista, le cuesta ganar elecciones nacionales con claridad.

Se ha confirmado mi análisis, contrario al de intelectuales, profesores, periodistas, artistas y políticos que están en el origen de UPyD y Ciudadanos: Fernando Sabater, Mikel Buesa, Carlos Martínez Gorriarán , Arantza Aranzábal, Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Teresa Giménez Barbat, José V. Rodrígues Mora… Todos ellos estaban equivocados. Su España deja fuera a los que apuestan por defender la diversidad. Para imponer uniformismo jacobino no hacen falta nuevos partidos, ya están los de siempre.

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