Se llama Hong Kong y es una gran ciudad. Las ciudades son buenos recipientes para la libertad.

En las elecciones municipales de hace unos días, con una participación del 71 %, los partidos democráticos de Hong Kong obtuvieron 388 representantes contra 59 de los afines al PC Chino. En votos populares (60%-40%) la victoria no fue tan amplia, les benefició que el sistema de asignación de cargos fuera mayoritario. Aún así, resulta que no existe la famosa “mayoría silenciosa”, que se opondría a las tumultuosas revueltas universitarias de las semanas anteriores, según la versión oficial del gobierno de la ex colonia británica.

La movida, revuelta de los jóvenes y pérdida de elecciones, es un desastre para un partido totalitario que detesta la democracia (especialmente la libertad de expresión) y practica la limpieza étnica. Contradice la razón última que alegan para oponerse al desarrollo de un régimen liberal: según ellos, la democracia es contraria a la tradición cultural china. Pues no, a los chinos que tienen ocasión de gozarla (Hong Kong y Taiwán) les parece mejor sistema que la dictadura de un partido “revolucionario”. Algo de esto se explica en el libro.

Lo que pasa es terrible para el  PC Chino, les retira cualquier respaldo ético con el que pensaran contar. Pero no van a cambiar, aplicarán pomada al grano para intentar que no se infecte, pero nada de atacar a las causas que lo producen, básicamente la demanda de elegir directamente en las urnas al ejecutivo de Hong Kong, en lugar de que dependa de un comité de 1200 ciudadanos que ellos pueden controlar desde Pekín, y que eso de “un país, dos sistemas” se prolongue más allá de 2047, la fecha acordada con los británicos, cuando les devolvieron el territorio en 1997, que es lo que realmente preocupa a los opositores.

La «fórmula magistral» de la pomada consistirá en decenas de miles de funcionarios controlando a cientos de miles de ciudadanos, censura de las redes sociales, medidas policiales (arrestos, encarcelaciones, deportaciones) y alguna parte cosmética, discursos y medidas que favorezcan a la zona, para evitar que el grano se vea demasiado y esperar que la infección se vaya muriendo hasta terminar en 2047.

A pesar de su poder despiadado, se sienten asustados. No pueden apretar demasiado, que es lo que les pide el cuerpo que ha provocado el grano por esos malos hábitos. Se arriesgan a que la infección se extienda, el grano reviente y termine con cualquier posibilidad de un acuerdo pacífico para la deseada incorporación de Taiwán a la “Madre Patria”. También deben tener cuidado de que la lucha democrática no se les convierta en un peligroso sarpullido, que se extienda a los estudiantes y a las crecientes clases medias de las sus grandes ciudades, siempre receptivas a la idea de vivir en un mundo más abierto, flexible y dinámico, dentro de un marco institucional en el que el ejecutivo se someta al imperio de la ley.

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