Los resultados electorales de las elecciones del domingo muestran la debilidad del sistema territorial diseñado por nuestra norma fundamental, que contempla provincias (sistema centralista de inspiración francesa) y autonomías (sistema cuasi federal de tipo alemán). Los padres de la Constitución no fueron capaces de elegir un modelo para España, superpusieron dos incompatibles, que por tanto resultan caros e inoperantes. Castilla-León es la comunidad autónoma más extensa y tiene un diseño complejo. A la anterior región de Castilla la Vieja se le añadieron las tres provincias de León y se le quitaron las de Santander y Logroño, rebautizadas Cantabria y La Rioja para dar lugar a comunidades sin dimensión para serlo. La meseta norte se siente vinculada por historia a la España uniforme, que nunca funcionó en democracia porque tenemos un Estado rico en diversidad.

El ascenso de la visión central-provincial franquista, que, por intereses egoístas, irradia el nacionalismo madrileño se quita la máscara del centrismo (Ciudadanos) y apuesta por la derecha dura (Vox), a la que la “línea Aznar-Ayuso” se siente próxima, por eso fueron dos oradores muy activos en reforzar la campaña electoral castellano-leonesa del PP. Habrá que ir viendo como negocian una mayoría estable, bajo la incómoda sombra de Vox.

La insuficiente victoria para gobernar con comodidad representa un chasco para el PP, que aspiraba a bastante más para relanzar el proyecto político de Casado. De entrada, ya se han olvidado de provocar un adelanto electoral en Andalucía como planeaban en lo que sería un desfile triunfal. Me sorprende la moda de debatir sobre política nacional en cualquier ámbito geográfico. Es una tendencia de la línea que domina el partido desde la capital. Almeida, por ejemplo, es el único alcalde español que no para de opinar sobre lo que hace el Gobierno. Debe ser por esa interesada confusión entre la ciudad y el Estado que a veces se le escapa a Isabel Díaz Ayuso.

Me preocupa la creciente incapacidad de los políticos para abordar cambios recomendables para un país que es mejor que sus dirigentes. He puesto muchos ejemplos de esos casos (combatir los excesos de competencia fiscal a favor de los que más tienen, forzar que se pague de forma razonable para impulsar industrialización e investigación, iniciar la supresión de los billetes para combatir la economía ilegal…). Tocar el modelo territorial parece imposible, aunque haya fracasado. Falta voluntad real de, por ejemplo,  acomodar mejor a Cataluña dentro de España, o de que las CCAA, en general, se sientan más cómodas y no una mera suma de provincias, como el caso de hoy.

Hacer cambios necesarios y profundos que adapten las instituciones a la realidad contemporánea española ni se les pasa por la cabeza a los que añoran la patria franquista, donde la Iglesia dirigía la educación, el ejército respaldaba el orden político que se dirigía a través de los gobernadores provinciales, las mujeres se dedicaban a procrear y a cuidar de la familia… Son tan incapaces de introducir rasgos de cierta modernidad que el partido que lleva gobernando casi 35 años la comunidad castellano leonesa no ha sido capaz de reducir el número de municipios, tienen 2.246, el 27,6% del total para el 18,2% de la superficie y sólo el 5% de la población de España. La provincia de Burgos con 368 ayuntamientos supera a Portugal que tiene 308.

Es la Comunidad Autónoma que está peor en un tema que es urgente abordar para poder dar buenos servicios, sobre todo en las amplias zonas despobladas. Aun así, la gente vota continuar, arropados por la necesidad de salvar España de los enormes peligros que suponen la diversidad cultural, los extranjeros, los colectivos LGTBI… Castilla- León no existe, en prioridades se comporta como nueve provincias dirigidas desde el Estado.  Aunque allí, como en el conjunto del país, también opera una dinámica entre un norte más abierto a cambios y un sur más atento al modelo que se vende desde Madrid, abrazada al PP-Vox. Será porque les queda más cerca. El gráfico del partido ganador por provincias así lo muestra, en rojo las del PSOE y en azul las del PP, con el agujero negro del provincialismo soriano.

Nuestra inamovible estructura territorial tiene consecuencias políticas retrógradas para la democracia. Cada diputado de Barcelona representa a 163.323 habitantes, los de Madrid a 161.193. Uno de Soria tiene detrás sólo 46.382. Es barato crear partidos provinciales con esos incentivos, no me extraña que Soria Ya planee presentarse a las próximas elecciones generales. Sigue el camino de Teruel Existe, que es el otro gran beneficiado (47.030 habitantes por diputado) del ilógico sistema electoral provincial. Dado el fraccionamiento de partidos políticos que tenemos, puede que los futuros gobiernos de España, que crece en la costa y en la proximidad a Europa, estén condicionados por la visión introspectiva de unos pocos habitantes de la España vaciada, que ni siquiera es capaz de arreglar una planta municipal de otros tiempos, a pesar de que le hace mucha falta.

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