Escribo para desarrollar ideas de un libro editado por segunda vez en 2019 y constato que la situación empeora. Recuerdo lo que decía en ese ensayo (pg 104): “La libertad de expresión es el soporte de todas las libertades, por eso es la primera que recibe ataques, más o menos sutiles, cuando se quiere combatir la democracia o ponerla al servicio de un grupo o de una ideología. Ocurrió siempre y está ocurriendo ahora también, con algunas características nuevas, porque el contexto en el que se desarrolla la comunicación está cambiando con celeridad y derribando barreras nacionales. A pesar de eso, de la enorme cantidad de información que producimos y recibimos a través de los medios tradicionales y de las redes sociales, la situación global mejora poco. Incluso parece que la tendencia es la contraria.”
En los EEUU, el asesinato de Charlie Kirk proporciona un mártir a los ultras que les justifica para imponer sus ideas. Trump aplica el capítulo primero del manual del autócrata eficiente y ataca la libertad de expresión. En él es instintivo, no soporta que le lleven la contraria, acostumbrado a hacer y decir lo que le da la gana. Presenta como un éxito haber obligado a China a ceder a los estadunidenses la gestión de Tik-Tok en su país. Pero el negocio, que producirá muchos beneficios, se lo ha entregado a uno de esos amiguetes multimillonarios que le apoyan, financian sus campañas y ahora le ayudarán a manejar más información. Su gobierno ha introducido la censura previa para informar sobre defensa, la noticia debe ser sometida antes de publicarse a la aprobación del que ahora llaman Departamento de Guerra.
Pero , mal que le pese, aquello es todavía una democracia y no siempre lo tiene fácil. Su maniobra para cancelar el popular programa de Jimmy Kimmel, crítico con sus políticas, se encontró con la resistencia de la cadena de televisión ABC donde trabaja. El Grupo Disney, propietario de la cadena, primero se plegó a las presiones de la Casa Blanca, pero rectificó por la caída de audiencia y las declaraciones críticas de relevantes figuras de Hollywood. Kimmel vuelve con más seguidores. Allí, la libertad de prensa es, todavía, una barrera ante abusos de poder.
Israel, un país democrático pero anexionista y con un gobierno ultra conservador, aprovechó la barbarie cometida por Hamás hace dos años para dar rienda suelta al expansionismo e inició una depuración étnica en Gaza, como la que practica más sutilmente en Cisjordania, para ir eliminando de allí la población palestina, sin importarle el nivel de crueldad y violación de derechos humanos. Pero les desagrada que les observen, por lo que recurren a asesinatos sistemáticos de periodistas independientes y de los fotógrafos que muestran atrocidades de los sionistas: bombardeos, disparos, bloqueo de llegadas de alimentos para matar de hambre a la población, destrucción de hospitales, casas, campamentos… Espero que el plan de paz propuesto por el presidente de los EEUU abra allí, al menos, un periodo de tregua para poder ayudar al pueblo palestino.
Las dictaduras no necesitan disculpas. Putin invade vecinos, manipula redes y calla opositores, como Navalni “fallecido” el pasado año en prisión, o a las madres de soldados que piden parar la guerra. En países próximos potencia el ascenso de ultras, que permitan controlarlos, como ya hace con Bielorrusia. Lo intentó sin éxito en las elecciones de Moldavia del 28/9. Llama Rusia a todo lo que desea incorporar y se ha vuelto un devoto de la religión ortodoxa, variante rusa por supuesto.
Los neofascistas opresores de la libertad de expresión son muy religiosos: Trump, Putin, Netanyahu, los ayatolas… Ideas simples ofrecidas al pueblo por los oligarcas para generar creyentes que no discutan y acallar las ideas diferentes. El comunismo de Lenin fue una variante laica de ese método de dominio, con su dios (Marx) y su libro sagrado (El Capital) que cimentó la unidad de esa URSS, que Putin añora aunque haya cambiado de ideario. Sigue funcionando en la hiper-controladora China de Xi Jinping, en la depauperada Cuba o en Corea del Norte, donde el puesto de mandamás absoluto ha devenido hereditario y se fusilan en ceremonias públicas los que, por ejemplo, cometen el gravísimo delito de ver la televisión de Corea del Sur.
Debemos abrir un santoral que inmortalice a los que arriesgan su vida y su libertad personal para informar de lo que pasa. Son la primera línea de defensa de la democracia y los derechos humanos.