Lo está haciendo el bielorruso Lukashenko, con ayuda de su protector Vladimir Putin . Aprovecha la desesperación de miles de personas, que huyen de las guerras y persecuciones de Oriente Próximo, para llevarlos a la frontera con Polonia y forzarlos a intentar entrar en territorio de la UE. Muchos de ellos, incluidos niños, se apiñan en pésimas condiciones en tierra de nadie donde es casi imposible que sean atendidos por las ONGs.

Para esos autócratas la existencia de la UE es una pesadilla, resalta la falta de legitimidad de los que basan su poder en perseguir, encarcelar y, si es preciso, eliminar opositores, y en no tolerar una mínima libertad de expresión. Por más que se sientan obligados a realizar elecciones manipuladas para designar parlamentos que se limitan a ratificar lo que dice el “padre de la patria”. Simulan lo que no son y Europa se lo recuerda. Eso les avergüenza, aunque lo disimulen. La UE es además el primer intento serio de superar las limitaciones del estado nación en estos tiempos y exacerba el miedo a la pérdida del control que sus adversarios ejercen desde posiciones xenófobas.

Estos días, Vladimir Putin, además de ofrecer a Lukashenko refuerzos militares, ha concentrado 100.000 soldados en la frontera suroriental de Ucrania con la disculpa de unas maniobras. Podría intentar aprovechar el lío para invadirles y reeditar el éxito del 2014, cundo incorporó la península de Crimea. De paso presiona a Polonia a la que ve como un elemento de tensión interna en la UE. También respalda, con sus servicios secretos y técnicas de manipulación de información en internet, a los líderes populistas/nacionalistas europeos, tentados de volver a las antiguas patrias y romper, otra vez, Europa en estados nación desconectados entre sí. Tendencia en alza, como demuestra el Brexit, y con la que sueña el líder ruso para reforzar su influencia.

Estos movimientos le confirman ante muchos rusos como un campeón nacional. Ya he dicho alguna vez que el pueblo ruso es capaz de comer patria a falta de pan, soporta el hambre si su nación triunfa. Putin recurre a una política exterior desafiante porque su economía no va muy bien, sigue gastando demasiados recursos en renovar su arsenal militar y mucha gente muere por una pandemia que no consigue controlar. Los rusos son muy patriotas, pero no se fían demasiado de las vacunas fabricadas por sus laboratorios, contradicciones derivadas de haber vivido en un estado soviético, represor, manipulador e ineficiente. La escuela en que se formó su Presidente.

Llega el invierno y hay problemas de abastecimiento de energía, dependemos mucho del gas ruso. El reyezuelo de Bielorrusia amenaza con cerrar la espita del gasoducto que pasa por allí, pero no lo hará sin permiso del zar, que, a pesar de su odio a lo que representa la UE, no está para reducir ingresos y parece que tampoco él se fía de los excesos de Lukashenko. El desafío actual puede ser contraproducente para sus intereses pues lleva a que Europa incremente las sanciones económicas, también contra Rusia, y refuerce la estrategia militar común, y a que Polonia se vuelva un socio más dócil para Bruselas por el daño que le provocan sus vecinos eslavos.

Pero no podemos obviar el desastre humanitario, muchas personas sufren a nuestra puerta. Es la parte más cruel de la estrategia de los totalitarios. Saben que la democracia tiende a proteger a todos. Nos obligan a tomar medidas de ayuda, que reforzarán posiciones xenófobas en los países europeos, contrarias a los valores de solidaridad sobre los que intentamos construir un mundo más capaz de enfrentarse a los desafíos del S XXI. Eso también está en los cálculos de Vladimir Putin.

Las fronteras en mar (entrada anterior) y tierra se hacen porosas. Es un signo de tiempos diferentes que ponen en dificultad las instituciones que hemos heredado, tensionan los estados nación, y, como estamos viendo, promueven el nacionalismo e incluso la xenofobia. Pero la solución no es la vuelta atrás, la línea de colaboración entre Estados que Europa representa es un intento de buscar un camino más viable. Las dificultades para acordar soluciones a problemas muy graves se han visto en la Cumbre de Glasgow sobre cambio climático. El auténtico desafío de la Humanidad es dotarse de una organización que le permita abordad los retos de este siglo, ese es el tema básico de mi libro.

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