Una idea simple, un acto simbólico para concienciar al planeta de que si no cambiamos hábitos no seremos capaces de lograr los objetivos de reducción de CO2. Madrid, deslumbrante de luces navideñas, acoge una Cumbre Mundial (COP25) sobre el clima, un tema decisivo para nuestra supervivencia. El foco del mundo se posa sobre España. Por eso, para ayudar a que la convocatoria cumpla sus expectativas debemos hacer algo más que ser buenos anfitriones. Hay que mojarse, hay que apoyarla con hechos no sólo con palabras.

Para ello, propongo que los Ayuntamientos más concienciados con el medio ambiente no enciendan la iluminación navideña el próximo día 2 en que se abre la mencionada COP25. No me atrevo a pedírselo ni al propio Ayuntamiento de la capital ni a la Federación de Municipios y Provincias, que sería el órgano más adecuado para debatir una medida tan relevante, porque ambos están presididos por los miembros más destacados de la secta de iluminados por Navidad.

También se puede optar por apagar las luces navideñas el viernes 13, cuando se clausura la CO25. Ese sería el auténtico Black Friday, un fantástico viernes negro y ecológico para contrarrestar los desenfrenos consumistas del próximo viernes. Podría quedar como una fiesta simbólica en la lucha para mejorar el medio ambiente, un oscuro viernes discreto, un concienciado Eco Friday que se repita cada año en medio de la campaña de Navidad, dos semanas después del exagerado Black Friday.

Seamos ambiciosos. Demos un ejemplo al mundo. El desafío del clima nos demanda que abramos un combate contra el derroche de energía. Los españoles tenemos ahora la oportunidad de liderarlo.

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