La nueva estrella del panorama político, Luis Pérez, alias Alvise, ha conseguido tres diputados en el Parlamento Europeo saliendo de las redes sociales, donde sus efectistas proclamas le dan muchos creyentes y, ya se sabe, la fe mueve montañas. Aunque se base en cosas inventadas o deformadas para alagar gustos y simplificar lo que ocurre para personas con poca inquietud intelectual.
El dirigente del movimiento político bautizado “Se Acabó la Fiesta” (SAF) pasó primero por UPyD, partido liquidado en el 2020 y después por Ciudadanos, que probablemente se liquidará pronto, tras los resultados de las elecciones catalanas y europeas. No hicieron caso de lo que les advertí en los primeros meses de este blog (10/11/19), cuando habían caído mucho en las legislativas de ese mes y empezaban a detectar problemas similares a los que afectaron a UPyD. Le explicaba en aquella entrada a su entonces líder, Albert Rivera:
En España, no se puede ser de centro y centralista.
Ser de centro y liberal exige ser capaz de hablar con cualquier otro. Cuando una idea de patria, tan compleja como la española, se pone por encima de cualquier consideración, uno termina escorándose al ala conservadora y ese es un espacio en que hay otros que a unidad le ganan, porque están dispuestos a todo y transmiten más consistencia a esa población, mayoritariamente poco culta, que tiene miedo de la globalización, de los extranjeros, de los diferentes, en definitiva, de los cambios de la posmodernidad.
Alvise tomó nota de lo ocurrido y se pasó del centro a la extrema derecha, donde acaban todos los que piensan en patrias simples. Ahora ya hay dos jamelgos tirando de ese carro, Vox y SAF, con Aznar y Ayuso empujando al PP en la misma dirección y Miguel A. Rodríguez susurrándoles al oído para que no se desvíen de la trayectoria.
Alvise tiene en Andalucía y Madrid sus principales caladeros de votos, también allí el PP y Vox cuentan con mucha presencia. Ambas comunidades dicen amar a España, pero defienden, sobre todo, su bolsillo. Madrid no quiere perder competencias y es cada vez más nacionalista de Estado y Andalucía siempre tiene miedo de que una deriva federal, tipo concierto económico, le suponga menos fondos de compensación. El PSOE, con posiciones más centristas y pactos con los nacionalistas periféricos para poder seguir gobernando, pierde peso en el centro sur y sufre tensiones con sus dirigentes de la zona. Para compensar, mantiene más presencia en Catalunya y Euskadi que otros partidos nacionales. Su visión parece más flexible, mejor adaptada al mundo abierto de hoy y más ajustada a la diversidad cultural y social de España.
Las tendencias de fondo se radicalizan cuando, como ahora, la situación se vuelve más compleja en el interior y en el exterior. Pero que tenga cuidado el PP con su apoyo al eje Madrid-Sevilla que le lleva a considerar la tauromaquia “patrimonio cultural de todos los españoles” o a aplaudir un ballet flamenco llamado nacional. Los excesos de nacionalismo español pueden socavar su gran presencia en Galicia. Una advertencia para Feijoo, en línea con la que le hice a su tocayo Ribera en 2019. Pero es gallego, entiende de matices, y algo intuye Don Alberto sobre los peligros de acercarse demasiado a la caravana de derecha dura. No ha asistido al show Milei organizado por ARA (Aznar-Rodríguez-Ayuso) y ha acordado con el PSOE la renovación del Poder Judicial, enquistada desde hace más de cinco años. Que los principales partidos hablen y negocien son buenas noticias para nuestra salud democrática. Aunque, al día siguiente, ya vuelvan a tirarse los trastos a la cabeza.
Calificar a Alvise de «estrella» me parece una exageración que, incluso, puede animar a algunos a apoyarle, o a incrementar el que ya le prestan, a la oportunista espera de futuros éxitos, poco probables. En realidad no es si no más de lo mismo que ya tenemos visto, una emergencia estacional (como setas en otoño) cuyo ciclo vital es muy efímero. Que disfruten pues de una fiesta que, utilizando sus propios términos, se acabará más pronto que tarde.
Lástima que otras fiestas notablemente más dañinas para el devenir de España sean mucho más largas y más consentidas, cuando no protagonizadas, por quienes deberian evitarlas.
Lo que si me cuesta entender es que a un pais que, objetivamente, se encuentra entre los más descentralizados del panorama internacional, se le tache por algunos de sumamente centralista.
Claro que hay aspectos mejorables en el aspecto territorial (digamos) pero el camino para lograrlo no parece que pase por incrementar las diferencias si no por moderarlas en busca de una mayor y mejor homogeneidad, que no uniformidad, desde el reconocimiento y respeto a sus singularidades.
La estructura territorial de España es una chapuza de la Constitución que habría que reformar a fondo, pero no se hará. De entrada conviven dos sistemas alternativos de organización: provincias (modelo francés) y autonomías (modelo alemán). O uno u otro, es la razón principal por la que me abstuve en el referendo de aprobación, sabía lo que vendría. También hay demasiadas autonomías y algunos pelean para que haya más. Madrid no debería serlo, le bastaba con un estatuto de capitalidad. En democracia, una parte de España desea un sistema claramente federal, con autonomía fiscal y rasgos confederales en asuntos culturales, como la tauromaquia por ejemplo. Pero al centro sur no le interesa porque, como se dice en esta entrada, les va al bolsillo. Por cierto, si hay tanta descentralización, ¿por qué no se ha desmontado nada de la Administración Central?
Pese a tu proclamada abstención, la Constitución de 1978 pudo ser aprobada, por muy amplia mayoría, por españoles de toda clase, condición y territorios, mayorísa que fue abrumadora, precisamente, donde algunos se empeñan en conseguir por medios espureos la Carta Magna que, pese a probables necesidades de revisión (como todo el la vida) permitió a nuestra Nación más de 40 años de innegable prosperidad en todos los órdenes.
La Contitución no es inmutable y en si misma prevé las posibilidad de las enmiendas que el devenir del tiempo pueda hacer necesarias. Lo que no es de recibo es que «saltándose a la torera», curiosamente quienes dicen denostar a los toros, se pretenda imponer «por la brava» lo que democráticamente fue sancionado por el conjunto del pueblo español.
Ni legalidad ni legitimidad de ningún género es reconocible a quienes, por la via de hecho, por acción o por omisión, pretenden cambiar a su capricho las normas por las que nos regimos.
Nadie discute la legalidad, es un dato. Pero nuestra Constitución se tramitó en tiempos en que la dictadura había consolidado el eje militar-monárquico y se nota. La gente la votó porque necesitábamos una democracia y era el único camino que nos ofrecían lograrla. Siempre que vivimos en ella, aparecen tensiones centrífugas que tienden a radicalizarse. En gran medida, porque la «soberanía del pueblo español» garantiza mayoría al centro sur y no podemos acercarnos a un modelo más británico, que admita variables soberanas menos simples. Desde una visión gallega con amplitud de minas, la unidad de España es un fracaso por la existencia de Portugal y esas tensiones radicales contra el modelo territorial. No será fácil arreglarlo.
Expones, recurrentemente, supuestos motivos por las que la Constitución fue votada y aprobada. Equivalen, poco más o menos, a que la voluntad popular fue sometida entonces a un chantaje. Es una opinión, la tuya, que, como tal opinión, es respetable, pero que minusvalora la capacidad de discernimiento de los votantes (hay que perdonar a los menos ilustrados porque no sabían lo que hacían ni sus consecuencias). ¿Eran tan pocos (los ilustrados) como insignificantes fueron los que, como tu mismo, se abstuvieron o quienes votaron negativamente?. ¿Por que tan mayoritariamente aplaudieron «con las orejas»?
Pueden entenderse las reservas, a tenor de determinados resultados electorales (no solo en aquel referenfum lejano) que pueda haber reservas partivulared respecto al valor cualitativo del voto, según quien lo emita, pero eso nos llevaría a un cuestionamiento de la democracia misma y supongo que no es de eso de lo que tratamos…