La organización institucional que se construye en Europa es el primer intento serio de superar las limitaciones del estado nación, el modelo político que se ha ido generalizando desde el siglo XVIII y que presenta problemas significativos para un planeta mucho más poblado e integrado. La Unión Europea tiene mucho de experimento y disgusta a líderes populistas, especialmente de los países más grandes, que se pasan el día proclamando la grandeza de la patria soberana y ven con desconfianza la consolidación de un rival, que es influyente y se construye desde la diversidad y la defensa de las libertades.

Durante mi experiencia profesional en la empresa privada he intentado con frecuencia hacer experimentos a pequeña escala de los cambios o las nuevas iniciativas previstas, antes de desarrollarlas. No siempre se puede hacer, pero, cuando es posible, permite aprender sobre aspectos que facilitan la optimización del modelo final y refuerzan sus posibilidades de éxito. Esta forma de trabajar, que usan muchas empresas y organizaciones científicas, sería también recomendable para probar algunas de las futuras medidas de la UE, en un entorno fácil de controlar.

He repetido varias veces en el blog (la última el 14/12) que la frontera entre Galicia y Portugal era muy permeable y acogía con naturalidad la integración de poblaciones separadas por una Historia complicada. Lo que se ha traducido en una mejora económica de los dos lados de la «raia», desde su acceso a la UE.

Dentro de ese territorio, el Alto Támega es particularmente idóneo para realizar pruebas de nuevas medidas comunes. Se trata del el único valle de Galicia que es cuenca del Duero, el río que lo recorre penetra en Portugal y desemboca en Amarante. Desde el 2013 existe allí la Eurocidade Chaves-Verín, la primera entre España y Portugal, con sede en la antigua frontera de Feces de Abaixo (foto).  Es un agrupamiento europeo de cooperación territorial, figura del derecho comunitario con personalidad jurídica propia.

Ya han dado pasos pioneros, aprovechando ese marco, muy apoyado por los alcaldes de las dos poblaciones. Sus habitantes disponen de tarjeta de eurociudadano que facilita su movilidad en el territorio, se coordina el transporte público, y se realiza publicidad turística conjunta, aprovechando la gran riqueza de aguas termales y medicinales que tiene la zona. También se ha construido, con fondos europeos, una ruta para peatones y bicicletas que bordea el río en su camino hacia el sur.

Ahora tienen un reto más importante: coordinar los servicios sanitarios de sus dos hospitales para poder compartirlos parcialmente, facilitando que se desarrollen especialidades, en uno o en el otro, que considerando aisladamente la población de cada lado de la frontera no estarían justificadas. Un tema que está sobre la mesa y que la UE debería empujar porque es importante para el bienestar de los ciudadanos de una zona alejada de poblaciones grandes. Hace justo un año lo defendí aquí, cuando el Servizo Galego de Saúde quiso suprimir la asistencia a los partos en Verín, obligando a las mujeres a trasladarse hasta Ourense (68 km) para dar a luz.

Hay otras cosas algo más complejas que también deberían intentarse. Por ejemplo, la posibilidad de ampliar a la parte portuguesa la Denominación de Origen Monterrei, algo limitada en superficie, que está produciendo variedades de vino interesantes y lleva ventaja a la organización de ese sector en el sur del valle. El esfuerzo común mejoraría la capacidad de competir. Ya existen casos de DO transfronterizas en la UE. Pequeñas aportaciones, que pueden extenderse para impulsar mejoras y reforzar el valor de la Europa post Brexit.

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