Acosado por la corrupción de personas de su máxima confianza, Pedro Sánchez presentó un plan contra la corrupción basado en cinco líneas: gestión de áreas de riesgo, racionalización de trámites, rendición de cuentas, mejora de la atención al ciudadano y transparencia con más facilidad de acceso a la información. Ha sacado el manual, preguntado a expertos y se maquilla con lo correcto.
Hay que ir más a fondo, deben leer lo que se dice a continuación. El anteproyecto de la Ley de Información Clasificada, que también acaba de presentarse, dedica un apartado a temas que no podrán clasificarse: “documentación relativa a graves violaciones de los derechos humanos o crímenes de lesa humanidad”. Debería añadirse “, o a casos de corrupción en cualquier organismo del Estado”, no hay nada como dar manos libres para investigar, si se lo quieren tomar en serio.
La mejora en todos esos campos reducirá el espacio para la corrupción, un problema arraigado por el gran peso histórico de la construcción en nuestro PIB (entrada del pasado 25/6). Pero no es suficiente, no han entrado en el método de pago que se emplea con más frecuencia: los billetes. Los Estados sufren la corrupción que alimentan con el sistema de pago más opaco y fácil de mover: billetes de altas denominaciones, sin utilidad en el mundo legal. Mi libro sobre el tema recrimina al sector público desde el plano moral, por su tozudez en seguir facilitando a delincuentes de todo pelaje un arma imprescindible cuando ya existen alternativas. Si no hubiera papel moneda, los políticos corruptos lo tendrían difícil. Los intercambios de favores son más fáciles de detectar, como estamos viendo en el caso Montoro, no se necesitan grabaciones ocultas.
La decisión de dejar de emitir billetes corresponde al BCE y al conjunto de países del euro, por lo que no voy a barajar la alternativa más eficaz, para mejorar la vida de todos y eliminar el déficit fiscal. España está preparada para dejar el papel moneda, es el país del continente que mejor recibió, hace 50 años, las tarjetas de crédito y, poco después, de débito. La razón es que no teníamos hábitos previos de pago con cheques. Salvo rarísimas excepciones, todos tenemos una cuenta bancaria y, al menos, una tarjeta. La foto que ilustra la entrada recoge un señor de edad avanzada con su tarjeta en un cajero para retirar billetes o para recargar otra tarjeta, la que le permite ir gratis o casi en bus.
La abolición del efectivo mediante un plan de varios años es algo conflictivo por los apoyos que recibe de los que se benefician, incluidos bancos centrales, políticos corruptos y partidos que se financian en B. Me limito a sugerir que nuestro gobierno tome medidas para dificultar su empleo y prepararse para un futuro mejor, que llegará. Por ejemplo:
- Derogar la legislación que obliga a los establecimientos comerciales a aceptar siempre el pago en efectivo.
- Permitir cobrar por recibir papel moneda, el sistema de pago más caro que hay.
- Reducir a 200 euros la cantidad máxima que se puede pagar en efectivo.
- Considerar delito la tenencia de billetes, en cualquier moneda, por cantidad superior a, por ejemplo, 2.000 euros. Sería falta la de más de 500. Salvo en la caja de empresas, para las que se fijarían ratios de volumen según el efectivo movido.
Se trata de combatir la corrupción y otros problemas. Como la prostitución, presente en el escándalo Ábalos-Koldo. La prostitución funciona en efectivo, que facilita esclavizar mujeres en las redes que la ofrecen. También las mafias que gestionan la inmigración ilegal, que tanto preocupa y está detrás del ascenso del populismo fascista. ¡Lo fácil que sería regular la inmigración si no hubiera billetes! ¡Cuántos miles de muertos inocentes se evitarían cada año!
