África, más allá del estado nación

Allá por el siglo XVII, empezó a consolidarse en Europa el modelo institucional que hoy cobija a los humanos, el Estado nación. Trescientos años después, tras varias guerras y muchos muertos, hemos sido los primeros en darnos cuenta de sus limitaciones y en dar pasos para superarlas mediante la construcción de un espacio común, la UE. El título de esta entrada es el del capítulo 5 de mi libro, con el añadido de la palabra África. Un continente que quiere aportar un nuevo caso de integración regional, tendencia que debe ayudar a organizar mejor las relaciones internacionales.

El desfase de Europa con África en este campo es enorme, cuando la UE daba sus primeros pasos, bajo el nombre de Comunidad Europea del Carbón y del Acero y luego de Mercado Común, ellos iniciaban un proceso de descolonización que iba expulsando de sus tierras precisamente a los Estados europeos. Su tránsito a la soberanía duró un cuarto de siglo y remató en 1975 con la independencia de las colonias portuguesas, tras la “revolución de los claveles” que acabó con el régimen dictatorial de la metrópoli.

En términos históricos, el Estado moderno es para los africanos una novedad a la que les ha costado adaptarse. Fronteras arbitrarias, guerras, dictaduras, diferencias tribales y religiosas lo han estado dificultando. No han tenido tiempo de construir Estados con una identidad nacional equivalente a la de los más veteranos vecinos europeos.

Ahora es tarde, dentro del contexto globalizado en que vivimos el Estado moderno presenta demasiadas goteras. Estamos en otra fase: el Estado postmoderno, menos soberano, más poroso. Es mejor tomar un atajo, saltarse la fase más nacional, buscar las raíces comunes, siguiendo los consejos de los pioneros de la Unión Africana en el inicio de la descolonización,  y empezar a levantar un techo colectivo supraestatal.

En eso están. Nigeria acaba de adherirse a la Zona de Libre Comercio Continental. Es el último país importante en hacerlo.  Se trata de transformar los pequeños espacios comerciales estatales en un gigantesco mercado africano, para potenciar el desarrollo industrial y mejorar el nivel de vida.

Ahora son muy necesarias las soluciones regionales, porque el tirón comercial global que provocó el desarrollo de la logística, el fin de la época colonial y los acuerdos de rebajas de aranceles está casi agotado. Sin contar con que además hay algunos incendiarios jugando a poner aranceles y contingentes. El nuevo mercado continental ofrecerá a los africanos una base firme para continuar desarrollándose.

Con buen criterio, se apuntan a la tendencia ilustrada de reducir el peso de las fronteras. Y deben tener el apoyo de la UE, muy interesada en el desarrollo de África para contar con más dinámica económica próxima y disminuir la presión migratoria hacia el norte. Hay que darles apoyo con asesoramiento, respaldo financiero y ventajas comerciales. Es  mucho mejor que viajen las mercancías y no las personas, que arriesgan sus vidas intentando mejorar su futuro.

No va a ser fácil consolidar ese mercado africano. Cuando se diluyen fronteras se afecta a sistemas de poder (burocrático-políticos, económicos, mediáticos) que se han construido dentro de ellas y se resisten a perder influencia. Tampoco les va a gustar a países con muchos medios (especialmente China, Rusia y Arabia Saudita) y a algunas multinacionales, que prefieren jugar con las ambiciones de reyezuelos y fomentar la ya alta corrupción del continente para seguir consiguiendo sus materias primas a buen precio e impedir que el desarrollo comercial sirva de apoyo a la expansión de las libertades, el imperio de la ley y el buen gobierno. Necesitarán de toda la ayuda que les podamos dar.

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