La Iglesia Católica ha vivido siglos compartiendo el poder con el Estado, apropiada del magisterio de la palabra, dictaminando lo correcto. La evolución hacia una sociedad más libre y abierta erosiona su posición y pone en duda sus principios y algunos comportamientos que antes pasaban desapercibidos. Es normal que los instintos se desborden en una organización muy severa en lo relativo al comportamiento sexual. La casta dirigente, hombres por supuesto, se forma en seminarios donde, hasta hace poco, los alumnos convivían desde la adolescencia. Los deseos naturales emergían especialmente entre los que tenían inclinación homosexual que se enfrentaban a más tentaciones.

El sistema general de enseñanza, con mucha presencia de órdenes religiosas, segregaba por género y fomentaba los abusos contra niños. En los colegios de niñas también había abusos, pero, en general la actividad de las mujeres, profesoras y cuidadoras, es menos aparatosa y violenta que la de los hombres, sea cual sea su orientación sexual. Se está viendo en los casos de abusos que salen a la luz y que han generado un debate sobre cómo abordarlos.

Las organizaciones políticas más próximas a los postulados católicos, que integran dentro de las esencias patrias, y las jerarquías eclesiásticas alegan que no se puede limitar la investigación sobre abusos a lo que ocurría en instituciones de la Iglesia, que se trata de un problema de toda la sociedad y debe analizarse en un plano general. Resultan patéticos los argumentos de una organización que figura en la Constitución, que no es una asociación local. Lo que ha venido ocurriendo en su seno es tan relevante que exige tratamiento específico, concurren circunstancias que le afectan a ella y sólo a ella, desde el sistema de enseñanza segregada y la predominancia masculina, hasta su suficiencia para ocultar lo que dañe su imagen. En una democracia, las oscuridades no se pueden tolerar cuando afectan a reiteradas acciones delictivas. No hay excepciones, aún menos en el caso de una organización tan relevante que mantuvo pautas de tolerancia con los abusos. Tenemos un buen ejemplo de toda esta tensión entre libertad y ocultación en la película Spotlight (2015). Otros países abordan el problema con seriedad, el Gobierno tiene razón en intentar seguir ese camino.

Se ha dicho aquí más veces y se explica en el capítulo cuarto del libro: la principal función social de las religiones es mantener la moral reproductiva. Están tradicionalmente dirigidas por hombres, con las mujeres en tareas subordinadas. La extensión de la democracia y la mayor libertad y formación de ellas están en la base de su declive.

La fe monoteísta más medieval, el Islam, aún produce en su seno organizaciones violentas, mientras pone muchos límites al comportamiento y la libertad de las mujeres. A raíz del suicidio de un estudiante de medicina, estos días se registran en Turquía protestas juveniles contra los abusos sexuales y la represión de las congregaciones islámicas, cuyo poder en el ámbito educativo y de residencias de jóvenes ha sido reforzado por el ultra religioso presidente Erdogan. Afortunadamente no ha podido reprimir del todo la tradición democrática del país.

La Iglesia Católica sigue teniendo un peso alto en la educación, pero está en decadencia. Recurro, otra vez, a un cuadro estadístico tomado de The Economist para ilustrarlo. El porcentaje de nacimientos fuera del matrimonio en la católica Francia (2018) encabeza los nueve países de la OCDE recogidos en la muestra, España figura en cuarto lugar. En el caso de Francia no hay dato comparativo con el año 70. En aquel año, en pleno nacionalcatolicismo, aquí los nacimientos extramatrimoniales eran raros, aunque había posiblemente más de los que recoge la estadística. Resulta muy relevante el dato de Japón el país avanzado que mantiene con mayor vigor instituciones tradicionales, acompañadas, en este caso, por un papel aún muy secundario de la mujer en la sociedad.

La educación de las mujeres y la mayor autonomía de que gozan mitigan influencias religiosas y tienden a tener menos hijos, lo que ayuda a la Humanidad a combatir los problemas de sostenibilidad del planeta. Ellas son el motor del cambio, defienden la democracia, que ha sido decisiva para reforzar sus derechos, y producen menos descendencia. Lo que necesitamos.

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