¡Ábrete sésamo!

Entre las pocas noticias optimistas que he conocido durante las vacaciones, ahora que ya estoy de vuelta, destaco la completa operatividad de una máquina científica –un sincrotrón que emite rayos de luz de una intensidad que permite analizar la materia más ínfima- de nombre SÉSAME (en español, sésamo) instalada en el norte de Jordania.

Este complejo y caro aparato es producto de un convenio entre varios países de la zona (Egipto, Turquía, Irán, Israel, Palestina, Pakistán, Chipre y Baréin), que, a finales de los 90, constituyeron una organización internacional independiente para construirlo y gestionarlo. La iniciativa había partido del científico español Federico Mayor Zaragoza, entonces director general de la UNESCO, y del físico pakistaní Abdus Salam, premio Nóbel de su especialidad.

Terminarlo ha costado muchos más años de los previstos en principio, pero ya está en marcha y permite que los científicos de estos Estados accedan a nuevas posibilidades de investigación. El único país de los que participan que tiene relaciones diplomáticas con todos los demás es Jordania. Por eso se instaló allí.

Parece increíble lo que puede lograr la ciencia. Para los investigadores las fronteras son sólo las que la naturaleza les impone al ocultar sus secretos. Para superarlas, hacen falta máquinas complejas como SÉSAME. Las otras fronteras de patrias, religiones, razas o culturas son incordios que les gusta olvidar. Trabajar y avanzar juntos es un objetivo que está por encima de todo lo demás. Es lo que ya están haciendo en uno de los lugares más conflictivos del mundo.

A ver si este pequeño paso de colaboración, que ha empezado a producir resultados en el plano científico, consigue también mejorar un poco las relaciones entre los países firmantes y entre sus pueblos. Ojalá tuviéramos una frase mágica, un ¡Ábrete Sésamo!, una orden ejecutiva que moviera pesadas piedras mentales para abrir una era de mayor estabilidad  en esa región tan castigada.

Mientras tanto, habrá que ir tirando con los remedios que ya conocemos: fomentar el comercio y la colaboración científica. Gracias a ellas, gracias a lo que se llamó Mercado Común y a proyectos como el gigantesco acelerador de partículas (CERN), que recorre sin fronteras el subsuelo de Suiza y Francia, a ideas que vienen de los años 50, Europa ha superado siglos de confrontaciones sangrientas y empobrecedoras. Nunca es un camino fácil. SÉSAME es una de esas pocas iniciativas que van en la buena dirección. 

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