Hace unos años traté aquí el declive de Ciudadanos y les recomendé que fueran menos centralistas. Les explicaba que, en España, centralismo y centro político son incompatibles, por eso desaparecieron, primero UPyD y después ellos. Ser de centro exige negociar con todos, salvo extremos ideológicos. En España, en democracia, es inevitable la deriva federal, pero nuestra capital teme perder poder y está en contra, concentra los principales medios de comunicación y arrastra a muchos.

Además de un sistema de autonomías, nuestra Constitución consagra las nacionalidades históricas y un sistema fiscal propio para País Vasco y Navarra. Deberíamos aprovechar la tendencia federal para olvidar el sistema francés que tanto gusta al centro sur y a los grandes cuerpos funcionariales. Es una suerte tener una alternativa, ya les gustaría a nuestros vecinos contar con ella. Es el camino para evitar los problemas del Estado francés, el más centralizado y, al mismo tiempo, el más caro del continente. Por eso anda agobiado con su déficit fiscal y su inestabilidad política, y deriva hacia el  neofascismo. Los que buscan patrias simples desconfían de los diferentes, gustan del ordeno y mando y de las grandes burocracias.

Ahora es el PP el que se va alejando del centro político, mientras ahonda raíces en el centro geográfico. Su éxito en Madrid y su pelea con Vox por el espacio de derecha radical lo desfiguran y lo desgastan, como se puede comprobar en el gráfico de intención de voto tomado de El País, que recojo al final. La ultraderecha absorbe a los que prefieren el fascismo auténtico, sobre todo varones jóvenes que no gustan de que los inmigrantes y las mujeres compitan con ellos.

Para ganar votos hacia el centro, el PP debería ser capaz de gobernar con grupos de ideología próxima, como el PNV o CiU, aunque los últimos tiendan a echarse al monte. Para ello, debe aceptar una España federal, con rasgos confederales para las nacionalidades históricas. Lo demanda la diversidad cultural y humana que nos enriquece y daría un Estado más moderno, sobre todo si se simplifica el modelo, eliminando las provincias y concentrando miles de ayuntamientos (entrada del 31/8). Es la evolución lógica si se quiere ganar peso en el centro político y poner los cimientos de una España más eficaz y menos tensa, pero no gusta a un centro sur con mucho peso en el principal partido de oposición y en Vox. No lo harán y probablemente continuarán desgastándose.

Durante la transición, el espacio más a la derecha se fue agrupando en torno a la Alianza Popular, liderada por Manuel Fraga, hasta adoptar su actual denominación tras recoger restos de la UCD, de tendencia centrista. El  PSOE tuvo una experiencia más compleja para reunir al disperso espacio socialista en torno al partido. Desde el punto de vista organizativo, adoptó una estructura federal interna para absorber al Partit del Socialistes de Catalunya-Congress, que lideraba en toda España una federación de nacionalistas y regionalistas de izquierda y hacía sombra al PSOE. Gracias a ese esfuerzo, mantiene una destacada posición política en Cataluña. También en el País Vasco, donde absorbió a Euskadiko Ezkerra. En ambas nacionalidades sabe gobernar en coalición con los nacionalistas, con los que ahora llega a acuerdos para poder seguir en el Gobierno, cediendo ante algunas exigencias de más autogobierno. Eso le crea tensiones internas con algunos de sus líderes del centro sur y en el 2026 hay elecciones autonómicas en Andalucía y Castilla León. Sánchez va a tener que hacer aún más equilibrios, ¿será capaz?

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