El gran influencer de jóvenes, a favor del movimiento neofascista de Trump (MAGA: Make America Great Again), ha sido asesinado la pasada semana en Utah. El presunto asesino pertenece a una familia trumpista y mormona, que fue la que lo denunció. Se trataría de un joven, al parecer, radicalizado en secreto contra esa marea poco respetuosa con la democracia, perseguidora de inmigrantes, amante del pasado, aliada de Netanyahu… Gente que defiende el derecho a portar armas, recogido en la disposición transitoria segunda de una Constitución de tiempos de la conquista del oeste. Mi ensayo utiliza el apoyo de la derecha estadounidense a que todos puedan adquirir armas como ejemplo de los problemas de los Estados para evolucionar y adaptarse al mundo de hoy. Es el primer compuesto de la medicina que inoculan en la sociedad, la violencia, introducida por un disparo en la yugular de Charlie Kirk.

Kirk recibirá, a título póstumo, las más altas condecoraciones y su esposa promete mantener viva su influyente organización TPUSA (Turning Point USA) que cuenta con abundantes donaciones de ricos reaccionarios y es muy activa en temas políticos y religiosos, a favor de posturas muy conservadoras, como cuestionar el consenso científico sobre el calentamiento global o el covid 19. Ha sido un apoyo fundamental para que Trump alcanzara la presidencia. Lo mismo que a Kirk les había ocurrido, el 27 de agosto, a dos niños de 8 y 10 años que murieron tiroteados en una escuela católica de Minneapolis, catorce estudiantes más y tres adultos resultaron heridos entonces. Se nos olvidan rápido los sucesos de ese tipo en los EEUU, donde más de 40.000 personas fallecieron el año pasado por disparos, superando los muertos por accidentes de tráfico.

A los pobres niños de Minnesota no les darán condecoraciones, intentarán que se olvide su desgracia como las de otras masacres en escuelas de aquel país. El que los asesinó, un joven diagnosticado de esquizofrenia al que no le venderían armas legalmente en ningún país civilizado, se suicidó y no podrá ser juzgado. A Kirk lo convierten en mártir y apóstol, y piden para su asesino una rápida pena de muerte. Sus congéneres están muy a favor de esta pena, también del derecho a ir armado y poco les molesta que los policías tengan facilidad para apretar el gatillo, sobre todo si el “sospechoso” es negro o hispano. Y ahora les ayuda la guardia nacional, desplegada por orden del Presidente en ciudades designadas como conflictivas (gobernadas por demócratas). Sin embargo, como cristianos fervientes que son, están en contra del aborto, porque dicen defender el derecho a la vida (sic). Además, legitimar el aborto ayuda a muchas mujeres y ellos son machos alfa.

El injustificable asesinato de Kirk ha tenido mucha repercusión y será utilizado por el Presidente para reforzar su persecución de opositores y medios de comunicación afines a ellos. Él niño rico, gordo y consentido, amigo de J. Epstein proveedor de vicios sexuales sofisticados, siempre tiene razón y se siente muy apoyado por esos jóvenes, mayoritariamente varones, que se sienten desplazados por las mujeres y los inmigrantes, a los que Kirk aleccionaba con las viejas esencias de patria y religión. Trump es quien ha provocado la radicalización del país: lenguaje agresivo, descalificaciones, ejército en la calle, Departamento de Guerra, deportaciones en masa, limitación del poder de los jueces, … El aumento de la violencia es, sobre todo, culpa suya, que no se queje de que, a veces, se la apliquen a sus amigos o a él mismo, como ya han intentado un par de veces.

Miente más que habla y proclama que todo es culpa de la izquierda radical, cuando sus discursos y acciones ejecutivas, y la protección de los intereses de la industria armamentística, buena financiadora de los republicanos, es la causa última de todas estas muertes. Tantas que parece que nos hayamos olvidado de que, también en Minnesota, el pasado 14 de junio, fueron asesinados a tiros la legisladora Melissa Hortman y su marido y resultaron heridos graves el senador John Hoffman y su esposa, miembros demócratas de las cámaras del Estado. El autor del doble atentado fue un radical religioso, partidario de Trump.

Ilustra la entrada una composición de dos fotos que tomé viajando por aquel país. La Campana de la Libertad de Filadelfia y la escultura del revólver con el cañón anudado frente a la sede de la ONU en Manhattan. Una llamada a la esperanza de que los EEUU reencuentren las raíces que les hicieron ejemplo de democracia. Va a costar y antes morirá mucha más gente.

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