Los kurdos son un pueblo sin Estado que habita regiones de Turquía, Irak, Irán y Siria, como se observa en el plano del final. Una obsesión para Erdogán, que, después de la derrota que sufrió en las municipales de la pasada primavera, anunció que habían sido sus últimas elecciones y que no aspiraría a la Presidencia turca en 2028, cuando termina su actual mandato, si no cambia de opinión. El partido que representaba a la población kurda, Partido Democrático de los Pueblos (DEM), obtuvo muchas alcaldías en su zona, a pesar de algunos alcaldes están encarcelados, acusados de terrorismo, y de que el gobierno trasladó a muchos soldados y policías para que votaran allí.

Hasta el 2015, los kurdos luchaban por la independencia, ahora se han vuelto más pragmáticos. Ha influido sin duda la situación que lograron en Irak tras la caída de Sadan Hussein en 2003. Colaboraron con las fuerzas internacionales y consiguieron autonomía para la región oriental de aquel país, donde gozan de una cuasi independencia, con sus propias relaciones internacionales. Gestionan importantes reservas de petróleo, es la región iraquí más rica y segura, respeta la democracia y es donde las mujeres tienen mayor nivel de igualdad.

Si después de la prolongada guerra, se avanzase en Siria hacia una constitución democrática, donde se tolerara la diversidad y se concediera autonomía a las regiones, los kurdos podrían replicar la experiencia de la zona iraquí limítrofe, que les ha ayudado con combatientes y recursos para colaborar en derrocar la dictadura y dominar casi un tercio de Siria. Es lo que preocupa a Erdogán, porque implica presión en su país a favor de una solución similar para las regiones de mayoría kurda. Lo va a impedir como sea, aunque suponga invadir más espacio del norte de Siria del que ya ha ido ocupando con su ejército. Ahora que tiene peso en Damasco por su apoyo a una mayoría de las fuerzas que han triunfado.  

La vieja aspiración de los kurdos de contar con un Estado propio, frustrada durante la descolonización, podría paliarse con zonas autónomas, pertenecientes a varios Estados, que facilitarían el comercio entre ellas y funcionarían como una especie de confederación de hecho. A pesar del apoyo que han tenido de los EEUU, primero por ayudar a derrocar a Sadam Hussein y ahora por hacer lo mismo con Bashar al-Assad, lo tienen difícil. La Turquía nacionalista y autoritaria del actual presidente no lo va a permitir e invadirá más territorio sirio.

Los que me siguen saben que me interesa mucho la evolución del modelo dominante de estado nación, que, cuando se siente presionado como vemos ahora en muchos lugares, tiende a favorecer soluciones poco democráticas. El último capítulo de mi ensayo se llama “Más allá del estado nación”. Con la lógica de esa solución institucional, en Oriente Medio debería haber un Estado palestino y otro kurdo. Las dos potencias regionales expansionistas, Israel y Turquía lo impiden. Ambas aprovechan conflictos como el que ha asolado Siria, para aumentar territorio. Esperemos que tanto Erdogán como Netanyahu tengan poco futuro por delante y se implanten soluciones democráticas que favorezcan la convivencia de etnias y religiones, y eviten los choques armados que tantas desgracias provocan.

Aprovecho para insistir en que no se nos ocurra meter a Turquía en la UE, si queremos seguir representando un modelo exportable de integración democrática de Estados vecinos con pasado conflictivo. La entrada anterior y la del día diez analizaban temas relacionados con esta.

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