Record mundial: 642 millones de votantes en la India

Las recientes elecciones celebradas durante varias semanas en la India, el país más poblado del mundo, fueron el mayor ejercicio de democracia de la historia. Los 642 millones de votantes que en él tomaron parte tuvieron que elegir, para cargos municipales, estatales y nacionales entre 8.360 candidatos de 744 partidos. Los resultados fueron decepcionantes para su primer ministro, Narendra Modi, un político nacionalista religioso que dirige el país desde hace diez años y que ha perdido la mayoría absoluta, por lo que se verá obligado a pactar el gobierno y las principales políticas con fuerzas aliadas.

El resultado es alentador para el objetivo principal que anima este blog: defender la libertad en el siglo XXI. Obligará a ser más comedido a un líder que tiende a limitar libertades y perseguir a las minorías religiosas (sobre todo a los musulmanes). Seguirá al frente del país, al que ha llevado a una alta tasa de crecimiento económico. Pero ahora tendrá que ocuparse más de las zonas rurales, a las que no alcanzan las mejoras, de la creciente desigualdad y del desempleo juvenil, las causas de que su Bharatiya Janata Party (BJP) haya quedado lejos de las expectativas de su carismático líder y de los pronósticos previos.

No es malo que Modi siga al mando, es un buen gestor. Pero no podrá hacer lo que le dé la gana. Es demasiado hinduista y pretendía cambiar la constitución india para que dejara de ser aconfesional. La situación de equilibrio, que tiene que soportar un líder con claroscuros, debe ser buena para el Estado más poblado de la Tierra, un país complejo y dinámico, con tradición de destacar en matemáticas, lo que le lleva a tener empresas punteras en nuevas tecnologías. El régimen constitucional indio, de tipo parlamentario, ayuda a que este equilibrio sea posible. Mi libro lo prefiere a los modelos presidencialistas que facilitan las evoluciones autoritarias, en cuanto el elegido para presidirlos (Putin, Maduro, Bukele…) se aferra al poder y elimina la principal garantía de que eso no ocurra: la limitación de mandatos.    

Más al norte, Xi Jinping no tiene tantos problemas para hacer lo que le da la gana. La semana siguiente de que India batiera un record democrático, el segundo país más poblado, China (superado por los indios desde el año pasado), conseguía evitar la manifestación de miles de personas que, hasta ahora, tenían el hábito de congregarse, el 4 de junio de cada año, en el Victoria Park de Hong Kong para conmemorar el aniversario de la matanza de la plaza de Tiananmen, cometida hace 35 años por el ejército contra estudiantes desarmados que pedían democracia. Para ello, han ido promoviendo nuevas leyes de seguridad específicas para la ex colonia británica, cada vez más restrictivas, empleándolas para encarcelar a los líderes de ideas democráticas que subsisten allí. Este año, el día 4 de junio estuvo perseguido hasta vestir de color negro, de luto, mientras ciudadanos afines a Pekín han organizado ese día un carnaval.

Lo ocurrido en la democrática India al otro gran líder asiático de tentaciones autoritarias, no hará más que incentivar la lucha de Xi para acabar con cualquier resto de libertad en Hong Kong. Nada queda, fuera de algunos actos litúrgicos, del acuerdo firmado con el Reino Unido de que allí se respetaría un régimen democrático, para facilitar la devolución de Hong Kong en 1997. Esa situación ideal, bautizada por la propaganda comunista como “un país, dos sistemas” era también un mensaje amistoso para que Taiwán se animara a reincorporarse a la China continental, sin perder su sistema político. Tuvieron suerte de no hacer caso. 

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