Me interesan mucho las tendencias sociales que ayudan a entender la dinámica de adaptación de la especie al nuevo contexto al que se enfrenta. La dimensión que ha alcanzado la Humanidad y su capacidad de consumo ponen en grave peligro la salud del planeta. Somos demasiados, hay que cambiar para sobrevivir, pero subsisten herencias culturales y hábitos de otros tiempos, que se resisten. El papel de las mujeres está en el centro de las tensiones que todo ello acarrea.

Las modificaciones del rol social de cada género se han ido extendiendo, durante los últimos decenios, a todos los ámbitos en los países más avanzados y van entrando en todas partes, en algunos casos con mucha dificultad, más evidente en los países musulmanes, siendo Afganistán un caso extremo. Los cambios, que han dotado a las mujeres de más derechos y oportunidades profesionales y provocan una caída de la natalidad, crean resistencias en los varones, que se manifiestan de diversas maneras, algunas muy preocupantes, como el aumento de la violencia machista.

Por todo ello, me resultó de mucho interés un análisis que The Economist publicó el 16 de marzo sobre la creciente disparidad del comportamiento político de las mujeres entre los 18 y 29 años, con relación al de los hombres de la misma edad, aspectos para los que se basa en varios estudios sociológicos. Quiero compartir algunos datos que ofrece y que merecen reflexión.

La siguiente gráfica refleja la tendencia política de ambos colectivos. Mide de 0 (ultraizquierda radical) a 10 (ultraderecha dura) las posturas políticas con las que hoy se sienten identificados chicos y chicas. En la terminología anglosajona que emplea el semanario, serían más liberales o más conservadores. Como se puede observar, las diferencias eran poco relevantes a principios de siglo, pero, desde entonces, se han ido acelerando. Sobre todo, porque las mujeres se definen cada vez más progres.

Se trata de una media y puede estar influida por pequeños grupos que se han ido radicalizando, pero indica una realidad, que se extiende a otros ámbitos. Por ejemplo, hay estudios sociológicos que muestran que los varones tienden a estar más resentidos por los derechos alcanzados por las mujeres que sus padres, son menos abiertos a los avances que logra la lucha feminista que las dos generaciones anteriores.

La igualdad conseguida en derechos y oportunidades fue posible gracias a las libertades democráticas, que facilitaron la presión de los movimientos feministas para crear un entorno legal no discriminatorio. Ellas son conscientes de que hay que defender lo conseguido, que, si se produce una vuelta atrás, serán las principales perjudicadas. No sólo por la tendencia conservadora a suprimir algunos de sus derechos, también porque una situación más cerrada les dificultará seguir peleando para mejoras pendientes en temas como la equiparación salarial, el reparto de tareas en el hogar o el freno a la violencia machista.

El alejamiento de las posturas políticas entre jóvenes de diferente sexo se da en todos los países observados, de los cuales el semanario recoge una muestra, que permite hacer alguna reflexión adicional.

En Australia, un continente dinámico con muchas oportunidades, aún no se ve una clara diferencia de posiciones políticas y es el único en el que la media de las mujeres jóvenes se sitúa a la derecha del 5. El caso contrario es Estados Unidos, donde se da la mayor distancia de posiciones entre los colectivos analizados. El reportaje de The Economist recoge otros datos consistentes con las tendencias que analiza. Por ejemplo, en las elecciones del 2008 a la presidencia de los EEUU casi no había diferencia en el voto a los demócratas que tiende a ser mayoritario en jóvenes de ambos géneros. En el 2022 las cosas habían cambiado y votaron demócrata el 72 % de las chicas, contra el 54 % de los chicos.

También es muy alta la diferencia entre géneros en Polonia. En este caso, como en los EEUU, la política se ha radicalizado mucho y, en ambos países, los más conservadores se refuerzan con las creencias de las religiones cristianas dominantes. En Francia e Italia, países en que la ultraderecha nacionalista está en el gobierno o cerca de él, la posición de los hombres jóvenes se inclina con claridad en la misma dirección, mientras la de las jóvenes en la contraria, a pesar de que, en ambos países, la línea neo fascista esté encabezada por mujeres.

Uno de los 5 capítulos del libro que sirve de base a este blog (la primera edición es del 2017), se titula “La Libertad de las Mujeres”, porque lo considero el mejor índice de la salud democrática del mundo, un asunto que, cada día, nos preocupa más. Allí explico que el indicador más simple de la situación de esa libertad es el derecho al aborto. No tienen más que ver lo que hacen los republicanos en EEUU donde tienen poder o las maniobras de la jefa de gobierno en Italia, Giorgia Meloni, por no hablar de Polonia donde aún está prohibido . También me detengo a analizar el papel histórico de las grandes religiones, principal instrumento social de alienación femenina en valores que benefician a los hombres, que son los que las dirigen. 

He citado antes el radicalismo musulmán que aún perdura en muchos lugares. Dentro de los países de mayoría católica, según el gráfico anterior, España aún se mantiene en una dialéctica menos exagerada entre jóvenes de diferente género. Pero nuestra situación tiende también a hacerse más radical. Me temo que, si sigue aumentando el nacional populismo, en la siguiente investigación de comportamiento las diferencia entre chicos y chicas seguirá creciendo.

Esta patente realidad debe hacernos reflexionar sobre las medidas que se deberían tomar para hacer que los hombres también se vayan adaptando al nuevo contexto en que habitamos la Tierra. Eso merece otra entrada. 

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