La economía española sigue creciendo, crea empleo y trae más recaudación gracias a que las personas van dejando de pagar en efectivo. Se observan menos discrepancias entre los datos que miden la economía real y la formal. Se está reduciendo significativamente la diferencia entre el número de ocupados que registra la Encuesta de Población Activa y los afiliados a la seguridad social, y se estrecha mucho la brecha entre las estimaciones del consumo privado y la recaudación del IVA. La Voz de Galicia recogía hace poco un estudio del catedrático de la Universidad de Vigo, Santiago Lago, que analizaba estos procesos y destacaba el papel de los medios de pago modernos para reducir la economía sumergida.

Me alegra que la prensa y el mundo académico empiecen a destacar este proceso, algo habrán influido los escritos que publiqué hace unos meses en el periódico antes mencionado (el primero del 13/12 se titulaba “Menos billetes, más recaudación”). La entrada del 2/2/23 de este blog profundizaba en  ello. El abandono del efectivo se acelera desde el confinamiento del 2020 y las estadísticas lo recogen. El fenómeno afecta a todo el planeta, se ve en esta muestra de países relevantes (The Economist 18/5), que recoge el creciente porcentaje de pagos “non cash” del total de realizados:

Nuestra economía mejora porque las personas normales abandonan, poco a poco, el papel moneda, a pesar de que el valor de los billetes emitidos por el BCE no para de aumentar, concentrado en los más grandes. Los que son imprescindibles sólo para traficantes, terroristas, gestores de redes de prostitución, corruptos, financiación ilegal de partidos, estafadores, ladrones… Son los impulsores de esa energía oscura del dinero que da título de mi ensayo sobre el tema. Fui el primero en Europa en detectar la futura desaparición del papel moneda (Expansión 30/07/94) y siento satisfacción al ver que aquel artículo, entonces desapercibido, avanzaba un proceso que ya se hace evidente para los estudiosos de la economía.

Sin embargo, parece que los políticos no se enteran. Nuestro Gobierno presume de lo bien que van la economía y el empleo. Incluso se compromete ante la UE a reducir el déficit público a niveles controlables, aunque hay peligro de que siga repartiendo todo tipo de ayudas, muchas innecesarias (estamos en año de elecciones que empiezan mañana), aceptando presiones sindicales para pagar más a castas funcionariales que amenazan con parar el país, creando nuevas estructuras públicas cuando sobran miles de ayuntamientos, todas las diputaciones y otros organismos con funciones discutibles, refugio de políticos amigos. Lo explicaba el pasado día 3 (El aparato público aplasta).

El Gobierno que tenemos no va a hacer mucho por impulsar y aprovechar la oportunidad que ofrece el repliegue de la economía sumergida y la disminución de la criminal para bajar la excesiva presión fiscal sobre empresas y clases medias, que debilita la competitividad y el equilibrio social. Es sorprendente que la oposición no entre en ello y haya retirado la economía del debate electoral, porque lo ve como un punto fuerte del Gobierno, cuando es consecuencia, sobre todo, de que los chavales no usan efectivo y sus padres mucho menos que antes.

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