El Brexit ha llegado. Un día triste para los europeos y, en general, para todos los que desean que los seres humanos encuentren nuevas soluciones institucionales que faciliten vivir en paz y democracia dentro de un planeta muy interconectado.

La Unión Europea se ha quedado sin el Reino Unido. Suena como si fuera difícil superponer unidades. A lo mejor es sólo un paréntesis y los ingleses volverán una vez que deshagan su propia unidad, tras separarse Escocia e Irlanda del Norte, con las que se reencontrarían dentro de Europa. Su propia desunión los haría más proclives a estar juntos de otra manera. Les estaremos esperando, como a todos los europeos con los que compartimos valores fundamentales.

Mientras tanto, vienen tiempos complicados que demandan paciencia y capacidad de negociación para deshacer sin graves daños cosas que compartíamos. Especialmente el espacio comercial, que va a seguir sin aranceles mutuos, gracias a que se ha conseguido in extremis un acuerdo para la salida pacífica del ex socio. Los tiempos de dura crisis que nos ha traído la pandemia de coronavirus no están para tirar recursos y deberían favorecer el pragmatismo, una virtud que se les supone a los británicos.  

Para ayudar a mantener el espacio económico lo más operativo posible y no perjudicarnos mutuamente con guerras comerciales, la UE tiene herramientas que a ellos quizá les interese seguir empleando, aunque permanezcan fuera del marco institucional. Instrumentos que les apoyarían para no gastar demasiado en reproducir, a nivel interno, los organismos que ya tiene Bruselas para, por ejemplo, controlar la calidad y condiciones de los productos que se venden en el mercado único. Estructuras caras y especializadas, que los que estamos dentro del marco europeo nos ahorramos generar dentro de cada Estado. Podrían ser utilizadas por los británicos a cambio de respetar ciertas reglas compartidas.

Gibraltar e Irlanda del Norte, que poseen las únicas fronteras terrestres entre el RU y la UE, seguirán dentro del mercado único. Se evita dividir con trámites aduaneros territorios que se comunican de forma natural y comparten actividades y empleos. Ambos espacios estarán más integrados en Europa que en Gran Bretaña, el núcleo geográfico del Brexit, y tendrán que pasar aduanas para enviar o recibir mercancías de allí. Todo esto puede llegar a generar, con el tiempo, nuevos sentimientos de pertenencia en zonas que claramente votaron contra el Brexit. Los unionistas del Ulster están preocupados por ello. España, por su parte, deberá estrechar medidas para impedir que Gibraltar opere como paraíso fiscal, aprovechando su soberanía para hacer excesiva competencia en el plano impositivo.

El Reino Desunido, hemos visto que parte de su mercado interior estará dentro de la UE, continuará formando parte de los más importantes programas conjuntos de investigación científica, una buena decisión para todos. Queda por saber cómo irá plasmándose el Brexit en los mercados financieros, en los que Londres tiene un papel muy importante, que genera allí muchos empleos de alta retribución.

Interesa a todos compartir medios y evitar rupturas graves. Aunque se haga sin que se note mucho, para evitar ataques de nacionalistas que siguen mirando por el estrecho retrovisor la carretera que tenemos delante. En ellos penaba cuando ilustraba esta entrada con esa foto de viejas glorias de la patria, que tomé delante de Westminster el día en que se aprobó el Brexit en referendo.

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