Hoy nos deja un Presidente de los EEUU que es lo más aproximado a un líder fascista, con sus connotaciones racistas, que ha dado ese país al máximo nivel. Su mandato representó un desgaste para la democracia, lo que le ganó el apoyo, más o menos explícito, de la gran nómina de prebostes de perfil autoritario que hay por el mundo: Putin, Modi, Erdogan, Duterte, Orban, Duda, Netanyahu, El-Sisi…

No con todos se ha llevado bien porque la política interior le obliga, por ejemplo, a apretar a Maduro o al régimen cubano. También ha tenido diferencias importantes con Xi Jinping por razones de competencia económica y defensa del liderato internacional. No todo es negativo, impulsó una política de boicot a las grandes tecnológicas controladas por el PC chino, medida que debería permanecer para intentar frenar agresiones de China a las libertades y minorías, ayer Suecia decidió excluir a Huawei del desarrollo de su red de 5G por razones de seguridad. Pero a todos los populistas autoritarios les ha dado alegrías, como el asalto de sus fieles al Congreso hace dos semanas, que les permite desacreditar el estado de derecho; molesto para ellos, al menos como referencia moral que, a veces, les obliga a callarse o a aparentar que actúan de acuerdo con normas democráticas.

Con sus manifestaciones nacionalistas, su desprecio por las reglas de juego, su afición a beneficiarse de la Presidencia para sus negocios o para indultar a colaboradores diversos o su manipulación de la información, la figura del Presidente que se va hoy no es un fenómeno aislado. Trump es un síntoma de los problemas que el sistema de gobierno democrático. Eso es lo más preocupante. No fue un accidente, las bases sociológicas y políticas que lo auparon seguirán ahí y darán más problemas.  

El nuevo Presidente de los EEUU, que representa una victoria de la democracia y del empuje de minorías marginadas, y los dirigentes europeos tienen mucho trabajo por delante para proteger y promover las libertades y la justicia social. El sistema que heredamos de los ilustrados del siglo XVIII sufre fisuras graves para adaptarse al mundo del XXI, mucho más poblado e interconectado y con una economía cientos de veces más grande que entonces.

Es particularmente difícil de ajustar el modelo institucional en que se basa la organización de la Humanidad, el estado nación, que ahora resulta menos eficiente y da alas a políticas de vuelta atrás. En paralelo, la organización del espacio internacional es débil y debería preocuparnos, como pone de relieve la actual pandemia. Sería necesario actuar más unidos y coordinados. La UE es el primer intento serio de superar limitaciones de los estados nación, lo que pone nerviosos a muchos que la combaten y se esfuerzan en debilitarla. El Brexit es una manifestación del éxito que tienen los populistas prometiendo fronteras. En su última visita, como Presidente, Donald Trump se fue a Tejas para recorrer el trozo de muro que empezó a levantar en la divisoria con Méjico.

Su amargo mandato manifiesta problemas de fondo que no desaparecen con él, aunque hoy sea un día para celebrar su marcha. El libro que sirve de base al blog nace de la inquietud por la entrada en una era diferente que debemos ordenar en el marco del respeto a los derechos humanos. Además de analizar las nuevas acumulaciones de poder, la situación de las mujeres y las limitaciones del estado nación en el mundo de hoy, el ensayo propone posibles medidas para mitigar algunos de esos problemas. Es una pequeña aportación en una línea que debemos trabajar si no queremos volver a sufrir síntomas muy negativos para la salud de todos.

Get lost, Donald!

Únete a la conversación

3 comentarios

  1. Donald Trump, efectivamente, tras un controvertido mandato, más que irse, lo que parece no complacerle, lo echan. Su singular forma de ser y actuar generó continuas tensiones, fobias y también filias, tanto endogenas como exogenas. En cualquier caso, más allá de cualquier otra consideración, su propensión a la hipérbole/prosopopeya llevó continuamente de la sorpresa a la incredulidad a propios y extraños, más aún, si cabe, que la consumación (o no) de lo previamente “cacareado”. No voy a entrar, ni estoy en condiciones de hacerlo, a valorar las luces y sombras de su presidencia, que de todo hubo sin duda, pero si creo merece una reflexión considerar el respaldo que obtuvo en las urnas, 72,7 M de votos, lo que supone 10.ooo.ooo más que los que en 2016 le permitieron alcanzar la presidencia. Es un hecho objetivo que no puede ser ignorado y que no debería “despacharse” con argumentos que, aunque no carezcan de soporte, parecen insuficientes para dar excesiva fiabilidad a las conclusiones.
    En fin, ahora ha llegado la hora de Joe Biden. El valor se le supone, los retos y las expectativas (como sucedió cuando Obama, con quien fue vicepresidente, llegó al poder) son enormes, ni las dificultades ni las oportunidades le van a faltar. Ganó las elecciones, ahora, sólo le falta todo lo demás…
    Bienvenido y buena suerte Mister Biden.

    1. De acuerdo José Luis, las raíces del fenómeno Trump son profundas y ha dividido a la sociedad norteamericana, ahí están esos 72,7 millones de votos. Por eso digo que es síntomas de problemas graves. Como bien dices, Biden y su equipo tienen un trabajo difícil por delante. Que tengan inspiración y suerte.

Dejar un comentario

Responder a Jose Luis Fraaguas Lavandeira Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *