Una de las peores secuelas de la enfermedad organizativa que en mi libro bautizo como “mediocridad invasiva” es la fronteritis, la afición a marcar a hierro y fuego el espacio de poder conseguido y agarrarse a él todo lo que se pueda. Estamos viendo que la rápida difusión de la mencionada enfermedad, consecuencia de la reactivación por razones sanitarias de burocracias vulnerables a ella, ha disparado graves inflamaciones de barrera.

En este territorio atlántico en que habitamos los gallegos, donde, como suele ocurrir en la realidad humana, todo es algo relativo, el asunto de las fronteras nos complica la vida innecesariamente . La burocracia al mando continúa aferrada a sus límites provinciales y pretende seguir un par de semanas más diciendo lo que se puede o no hacer, pero dando poca prioridad a que, por ejemplo, los niños estén en el cole.

Les gustan las provincias porque les recuerdan épocas de ordeno y mando con los gobiernos civiles de correa de transmisión. No se apean de lo burrocrático a pesar de que la Xunta de Galicia ha pedido que, a partir de la fase 2, los gallegos puedan moverse por toda la comunidad. El Gobierno nos niega, porque sí, un derecho básico de movilidad. No hay ni una razón que avale el no poder traspasar un ámbito artificial sin valor sanitario. 

Luego está la gran frontera, esa que nos separa de Portugal, de lo que fue la Gallaecia Bracarense. Ya he comentado en otra ocasión que tiene dos características peculiares: es la más antigua de Europa y, simultáneamente, la más artificial. Desde la entrada en la UE, la gente la cruza con naturalidad, viven de un lado y trabajan en el otro, son conciudadanos que hablan el mismo idioma, aunque lo llamen de forma diferente. La sociedad ha empezado a tomar como normal lo que nunca tuvo mucho sentido.

Hay cuatro eurociudades sobre la raia (Chaves-Verín, Monçao-Salvaterra, Tui-Valença y Cerveira-Tomiño), una iniciativa europea para favorecer la integración transfronteriza que ha llevado a compartir servicios, es decir un servicio se ofrece de un lado y otro del otro, lo que refuerza la tendencia a cruzar esa frontera diluida en el Minho, en su parte occidental. Hay familias gallegas que escolarizan a sus hijos en Portugal para que aprendan la versión internacional del gallego y no la que ofrece en Galicia un aparato educativo afectado también de fronteritis, variante lingüística.

Lo de las provincias no está justificado, es puro centralismo anacrónico. Lo de las fronteras nacionales pudo estarlo, en la medida de que la carencia de una autoridad sanitaria europea obligó a combatir la epidemia desde los Estados, que se apresuraron a romper un logro fundamental de la UE: la libertad de movimiento de las personas. Posiblemente era inevitable, pero deberían haber sido prudentes para no causar más males de los necesarios y rápidos en volver a la normalidad.

Nuestra frontera sur, desaparecida de la práctica económica y comercial y atravesada diariamente por miles de personas, requería más cariño de España y de Portugal. Lo más obvio sería no limitar a un solo puente el cruce del río. Podrían haber habilitado alguno de los otros tres que cortaron alegremente, obligando a muchos ciudadanos a hacer, cada día, decenas de kilómetros y perder horas con los trámites. Los municipios y ciudadanos de ambas riberas están organizando protestas contra la sinrazón a la que se ven sometidos.

Con carácter general, es preciso que eliminen los controles a los movimientos transfronterizos. Nos ayuda que el turismo sea básico para la economía española, por eso parece que las fronteras serán permeables a partir del 1 de julio.

No debemos olvidar esta experiencia, seguiremos vigilando las maniobras de los que se agarran a las fronteras porque debilitan el futuro de los demás.

Únete a la conversación

1 comentario

  1. Desde hace no mucho sigo con habitualidad (lo hacía antes de forma muy esporádica) las distintas entradas que Enrique Sáez ofrece en su blog, viendo y analizando la muy dinámica actualidad en que vivimos, nacional e internacionalmente, en gran medida desde la perspectiva conceptual que recoge y propone en el libro de su autoría que precedió a este interesante espacio.
    Aunque no en todos los casos comparto sus puntos de vista, a los que me aproximo más por los rigurosos datos en que suele fundamentarse que en algunas otras apreciaciones, siempre me parecen de valiosos y estimulantes sus planteamientos, que invitan a la reflexión y frecuentemente a la accion. Es el caso, por ejemplo, de lo que hoy se trata, por quedarme con un tema que afecta muy directamente a
    a la comunicación y relación de todo tipo con nuestros vecinos de Portugal, de gran importancia para el presente y el devenir de ambos territorios.
    Lo que tampoco me gusta perderme es la contemplación de las fotografías que encabezan y ponen en suerte a lector para lo que viene después, no desmereciéndolo.

Dejar un comentario

Responder a Jose Luis Fraguas Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *