Los partidos de amplia base alojan siempre en su interior diversas perspectivas sociales, que implican prioridades contradictorias. Basta con mirar al Partido Republicano de los EEUU cuando intenta recuperarse del ciclón Trump. En nuestro PP las tendencias diferentes, las almas que conviven en el mismo cuerpo, pueden simbolizarse en las políticas de dos CCAA en las que gobierna y tiene mucha implantación, Madrid y Galicia. Las contradicciones internas de las organizaciones políticas afloran en momentos de tensión y la pandemia nos da ocasión de verlo:

  • Madrid registra 962 infectados en 14 días por 100.000 habitantes y un 50% de ocupación de camas uci por enfermos de covid. Ha sido la última en aplicar un toque de queda desde las 22.00 y permite que abra la hostelería con pocas restricciones (sin servicio de barra y máximo 4 personas por mesa) y el comercio hasta las 21.00. Sigue con confinamientos de zonas, que va actualizando según los datos.
  • En los mismos parámetros, Galicia registra 726 infectados y un porcentaje de ocupación de ucis en torno al 25%. Lleva, desde hace diez días, con el toque de queda a las 22, máximo permitido, mientras pide reiteradamente, como otras CCAA, que se lo dejen llevar a las 20.00. Desde hoy y hasta el 17 de febrero, toda la hostelería permanece cerrada (ya lo estaba desde las 18 horas, salvo las terrazas), el comercio no esencial cierra sus puertas a las seis de la tarde y los centros comerciales no podrán abrir en fin de semana. Todos los municipios quedan confinados.

Son gobiernos del mismo partido nacional que desconfía de la dispersión autonómica y siempre reclama unidad y dirección central. Sin embargo, en un tema tan grave la divergencia interna es absoluta, Madrid decide priorizar la economía y Galicia la sanidad. Si fueran coherentes, la unidad que se pide debería empezar en casa. Los criterios divergentes, que afectan a un partido muy centralista, reflejan, mal que les pese, diferencias culturales profundas, que justificarían una solución más federal para organizarnos mejor.

Al parecer la cultura madrileña, más interior y del sur, quizá influida por hábitos de tipo funcionarial (historiado café de media jornada, aperitivo, comidas de trabajo…), necesita la hostelería para sentirse cómoda y mantener esa imagen de ciudad abierta y marchosa, con gran oferta de ferias, cultura, espectáculos y áreas comerciales (especialmente de El Corte Inglés muy arraigado en su ciudad de origen). Es parte fundamental de su identidad y actúan en consecuencia. El muy influyente PP regional se viste allí de “partido nacionalista madrileño”, la variante absorbente de una deriva que tanto critican en los de línea disolvente.

En Galicia se le da más prioridad a la salud. Discrepancia, junto a otras, que hacen que a Núñez Feijoo se le mire con desconfianza desde algunos sectores del partido en la capital, precisamente porque lo ven algo “nacionalista”, en línea disolvente del poder central. Feijoo sabe que no es tiempo de jugar con fuego y que dirige un pequeño país con una cultura antigua impregnada de trabajo duro y respeto a la muerte.

La dicotomía entre salud y economía es poco relevante y ya se trató en este blog durante la primera ola. Volveré sobre ella cuando se puedan analizar mejor algunos datos y sea hora de pedir responsabilidades sobre los muertos.

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6 comentarios

  1. Todo lo escrito me parece perfecto. Ahondando en el concepto de sanidad frente a muerte, propondría que aparte de la multitud de ratios comparativos entre comunides y naciones, se utlizará el % total de muertos por cien mil habitatantes. Quizá a algun dirigente de alguna comunidad se le cayera la cara de vergüeno tuviera que dimitir,

    1. De acuerdo, por eso terminaba diciendo que habrá que pedir responsabilidades cuando dispongamos de información estadística uniforme, algo que demandaba en una de mis primeras entradas sobre la pandemia (1/3/20). Creo que habrá que esperar que se aplaque el bullicio

  2. Pero ¿en que quedamos?.
    No pocas veces en este blog se proclamaron por su titular las bondades de la diversidad, la proximidad, la gestión diferenciada en función de las singularidades de cada territorio y el mayor y mejor conocimiento de las mismas. Sin grandes discrepancias respecto a todo ello (no me extiendo en los detalles por tratarse, como queda dicho, de un tema recurrente tratado) he defendido e insisto ahora que un estado descentralizado, con amplias competencias transferidas a las CCAA, no puede adolecer por ello de la coordinación a ejercer por el Gobierno central, de tal modo que nos encontremos ante una serie de «músicos» que van cada uno «a su bola» y no con una «orquesta» que en su diversidad instrumental e interpretativa suene armónica y sinérgicamente, pues solo así puede lograrse la excelencia del conjunto que es a lo que se supone deberíamos aspirar.
    Dicho lo dicho, está claro que, especialmente en los «partidos de amplia base» no todos los simpatizantes, militantes de base ni los distintos dirigentes están clonados. No es algo que, hablando de España, afecte solamente al PP, que también, ni en mayor medida, pues a la vista está (salvo para quien se empecine o no quiera ver otra cosa) que en los demás partidos de similares características sucede lo mismo y ¡ malo cuando la uniformidad se confunde con la unidad ! .
    Siendo esto así, cuando el fin último es el mismo (no puede ni debería ser de otro modo) pero las prioridades no son exactamente coincidentes por razones operativas, instrumentales, territoriales, etc., subjetiva u objetivamente contempladas (lo que, por lo en principio referido, parece perfectamente posible y entendible) es cuando más se echa de menos que el «Director» no ejerza su función, que es inexcusable e indeclinable. El país (España) no es ni debe ser la suma de las CCAA, cuyas competencias no se cuestionan, sino el conjunto de los 45, 46 o 47 millones de habitantes que la conforman. Es así como se nos ve en el mundo en el que nos movemos y existimos. O ¿es que en un país de referencia en tantos aspectos como Alemania, un estado federal, sucede otra cosa? . ¿Es posible, aún respetando las competencias de cada quien, anteponer, o que los intereses (por decirlo de algún modo) de algún o algunos de sus lander prevalezcan frente a los de Alemania? .

    1. Me limitaba a poner en relieve que un partido muy «nacional» es incapaz de tener una política común ante el mayor desafío del país desde la guerra civil. Parece un caso de ineptitud y falta de liderazgo de Casado, que en un sitio prime la salud y en otro la hostelería. No es un caso de diferencias locales o regionales y de uso de competencias, es estrategia de la de verdad, de la que puede haber matices pero nunca diferentes prioridades

      1. Creo que presentar este tema confrontando salud/economía no se sostiene más allá de lo demagógico. Una y otra cosa son indisociables y no hay que confundir la estrategia con la táctica.
        Siendo los mismos los objetivos pueden y deben ser distintas las acciones implementadas para lograrlos, según las diversas circunstancias de cada caso, teniendo bien en cuenta que la diferencia entre la medicina y el veneno está en la dosis. Y cuando las divergencias territoriales puedan perturbar el objetivo comun, es cuando el arbitrage, a cargo de quien corresponde, debe fijar normas que lo eviten.
        Lo que no parece serio es que ante la cantidad y calidad de los despropositos que se han evidenciado desde el comienzo de esta crisis hasta ahora mismo, de siga insistiendo en enfatizar la «paja» que pueda haber en un lado, corriendo un «estupido» (tupido quiero decir) velo sobre la viga de otro.
        Un error no justifica otro, no restan, suman, pero además de analizar los que se hayan podido cometer y/o cometan, es inevitable compararlos y eso es lo que se viene omitiendo.

        1. No vamos a estar de acuerdo. Madrid, con peores datos, mantiene la hostelería abierta, Galicia no. No es demagogia, es pura estrategia básica

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