No subir impuestos es una política destacada en el programa presentado por su candidato a la Presidencia de esa Comunidad, Ángel Gabilondo. Por lo menos dice que no los va a bajar como pretende la derecha. El partido socialista parece respaldar la política de competencia fiscal de la Comunidad de Madrid para captar los patrimonios de los ricos. No se me ocurre, más allá de temores localistas, qué problema grave puede causar la recuperación del impuesto sobre el patrimonio. En tiempos de gran debilidad de las cuentas públicas debería ser una prioridad hacerlo, porque, aunque sea un gravamen a manejar con cuidado, es el que menos impacto negativo tendría y una forma de reclamar la solidaridad de los que más tienen con la gran cantidad de conciudadanos sin trabajo y pasando hambre.

En el fragor de una campaña caliente, el PSOE se ha dejado contaminar por lo políticamente correcto en una comunidad en que ese parámetro lo marca la derecha liderada por el PP, lo que llamo habitualmente nacionalismo madrileño. Una expresión que acabo de ver usar, por primera vez, a un gran analista, Fernando Ónega, poco dado a criticar las posturas predominantes en el centro. En su crónica de ayer designaba como “casi nacionalista madrileña” a Isabel Díaz Ayuso. La realidad se va abriendo paso.

El nacionalismo central es sólo una variante del nacionalismo español en su versión más recalcitrante, porque Madrid no podría permitirse el lujo de pedir la independencia, se vendría abajo. Eso pueden hacerlo Cataluña o el País Vasco, que generan con qué pagárselo. La capital intenta absorber todo lo que se acumula en la periferia. Lo lleva haciendo toda su vida, aprovechando las ventajas que reporta la proximidad al poder y las actividades de todo tipo que el Estado subvenciona generosamente allí por ser “nacionales”, lo que la convierten en un lugar atractivo para vivir. Ahora es, además de capital, comunidad autónoma y refuerza sus ventajas de siempre con una agresiva competencia fiscal contra las demás. Lo tiene todo.

Pero pecan de prepotencia, la manifiesta insolidaridad con que actúan les acaba separando de los que les dan los medios para prosperar. Sus excesos están despertando el pensamiento periférico. A muchos de los que aceptaban de buena fe esa interesada equivalencia entre lo bueno para Madrid y lo bueno para España se les está cayendo la venda y empiezan a ver la desvergüenza de la apisonadora que hemos creado. Es un cambio importante en el pensamiento español que en este blog continuaremos observando: la periferia, a la que aún llaman “provincias”, empieza a buscar soluciones comunes.

Ahora sólo toca dejar constancia de que el Sr Gabilondo ha metido al PSOE en el pantano en el que nadaba el PP: la insolidaridad. Se podría haber callado o pasar de puntillas por encima del delicado asunto impositivo (los políticos tienen todo un manual para eso), pero ha declarado abiertamente su intención de continuar las políticas de la derecha. Sorprende que se lo tolere un partido que se dice socialista y tiene presencia relevante en toda España, porque le hará perder credibilidad y le pasará factura.

No son unas elecciones en una comunidad secundaria. Lo que pasa en el centro se difunde rápido por todas partes. Lo bueno es que muestran sin complejos sus más bajas pasiones, lo encuentran natural. Una característica intrínseca de ese nacionalismo peculiar que tan bien representa su actual Presidenta, lo que la hace popular y arrastra a los demás: consideran que es obvio que lo bueno para Madrid lo es para todos. No encuentran nada de lo que avergonzarse. Cuando descubran que no es así, quizá sea demasiado tarde para cubrirse.

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1 comentario

  1. De todo, por lo evidente, me quedo con «La realidad se va abriendo paso»…

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