De las grandes economías del mundo, la china es la menos afectada por el impacto del COVID 19. Es para pensar mal, no me extraña que aparezcan teorías que indican que el virus fue creado a propósito. No soy dado a pensamientos conspiratorios, pero sea de forma deliberada o por falta de sanidad en sus mercados de productos frescos, China está en el origen de lo que ha ocurrido y es, al mismo tiempo, el gran país más favorecido por la pandemia que se inició allí.

La economía china, según los pronósticos recogidos a pie de este artículo (elaboración de The Economist con datos del Fondo Monetario Internacional), se recuperará más rápido que las de sus competidores y que la del planeta en su conjunto. La propaganda oficial presume de que su sistema es más eficaz que los de perfil democrático para proteger a su gente, de la que sabe dónde está en cada momento y hasta lo que piensan y hacen los menos sumisos. Han aprovechado bien la conmoción mundial, causada por ellos por acción u omisión, para dominar mejor algunos flecos internos fuera de su control absoluto, como Hong Kong, activistas díscolos o los pobres uigures.

Ayer mismo, Pekín arrestó en Hong Kong a unos 50 políticos y activistas pro-democráticos y a un abogado estadounidense especializado en derechos humanos, la mayor acción represora desde que en junio se les impusieron duras leyes de seguridad “nacional”. Se les acusa de haber organizado unas primarias, participaron 600.000 personas, para elegir a los candidatos de tendencias democráticas para las elecciones al Parlamento de la excolonia británica, previstas para septiembre y que han sido pospuestas. Tampoco se sabe nada, desde hace dos meses, del paradero de Jack Ma, el propietario de Alibaba y segunda fortuna del país, que criticó los excesos de burocracia de un régimen obsesionado por el control de las empresas estratégicas.

Además de todas las incertidumbres que trae este nuevo año y de la difícil recuperación del desastre causado por la pandemia, tenemos que enfrentarnos a una dura realidad: en pocos años puede ser primera potencia económica mundial un Estado Totalitario, que no surge de un loco visionario como Hitler, sino de un arraigado sistema de partido único, que se confunde con el Estado y se apoya en una tradición milenaria de sometimiento a los poderosos.

En el libro se proponen posibles medidas a aplicar para este caso y otros de menor relevancia. El tiempo transcurrido desde que se publicó y el impacto de la pandemia han hecho crecer la necesidad de construir una estrategia política que impida que este régimen siga aplastando a su pueblo, continúe su expansión territorial y amenace a las sociedades basadas en el Estado de derecho, a las que considera sus enemigas.  Un trabajo que deben liderar la nueva Administración de los EEUU y una Europa excesivamente debilitada por la crisis, el Brexit y la retirada de Ángela Merkel, líder difícil de sustituir, más aún cuando el Presidente francés no está en sus mejores momentos.

El Régimen Chino conoce bien y emplea a su favor las dificultades de los sistemas democráticos para llegar a acuerdos y los paréntesis que se abren en su capacidad de concentración, como los períodos electorales en los que intenta influir, como Rusia, para apoyar aquellos con los que se siente más identificado o protegido en sus ambiciones. Sin dejar de mantener una actividad comercial permanente con ellos, hay que apretarles en temas sensibles como la tecnología, que emplean para ahogar las libertades y expandir su control de lo que pasa en el mundo. Si se deja para más adelante, podría ser tarde.

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1 comentario

  1. No son pocos quienes tienen serias dudas respecto a la responsabilidad de China en la creación del virus. Conocido el origen, la transmisión, tratamiento y evolución, así como consecuencias ya conocidas y previsibles a nivel global, si se comparan con lo acontecido en el gigante asiático, justifican, cuando menos los recelos y ya es sabido que la ausencia de prueba no es prueba de ausencia…
    Pero, dicho lo dicho, y siendo predecible que un «Estado Totalitario» va camino de convertirse en primer potencia económica mundial, debe llevarnos a una reflexión que no se quede en la crítica de sus conocidas «maldades» si no también sobre lo que puedan estar haciendo bien, pues las cosas, sobre todo cuando las tendencias (positivas y negativas) se mantienen en el tiempo, no suelen acontecer por generación espontánea y no hay nada tan malo que no tenga algo de bueno.
    Muchas de las frases de W. Churchill, o de las que se le atribuyen, se usan recurrentemente como epítome para tratar sobre distintos temas, más frecuentemente en materia política. No es la menos conocida la que dice «la democracia es el menos malo de los sistemas políticos» y no seré yo quien le contradiga, pero si cabe tener bien en cuenta que no lo define como el mejor, sino como menos malo. Parece claro que el celebrado polifacético estadista británico no tenía dudas respecto a las bondades de la libertad en que se inspira la democracia, pero tal vez si en relación a la impostura que en no pocos casos se da tras la semántica. Y es que, peor que un reconocido sistema autoritario, puede ser una democracia artificial con la que se pretenden enmascarar, sin solución de continuidad, muchos de los peores vicios de una dictadura. No faltan ejemplos al respecto que, frecuentemente, van acompañados, a mayores, de una manifiesta incompetencia, pues las desgracias nunca viajan solas.
    Viene todo esto a cuento (volviendo a lo de la reflexión que antes propuse) de que bien harían los países denominados democráticos en revisar y perfeccionar sus sistemas, corrigiendo en muchos casos evidentes debilidades y potenciando sus fortalezas, sin renunciar a valorar lo que de positivo pueda haber en los que carecen de libertades, por más censurable que ello sea.
    Difícilmente el «club democrático» puede lograr «apretar» a los que no forman parte del mismo, sin resolver los problemas que muchos de ellos mismos (democracias efectivas y/o solo aparentes) tienen pendientes. Las palabras pueden o no convencer, pero el ejemplo arrastra.

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